Don Mario: el último vendedor de remolinos de Antofagasta
"No me pienso casar nunca" es lo primero que contó el último vendedor de remolinos, don Mario y que a sus 74 años le sigue haciendo la cruz a la santa unión de parejas.
Es pequeño, moreno, usa lentes grandes y posee un encanto entregado por los años, que lo hace ver mucho más joven hasta parecer a un "lolo picaron" pero respetuoso de su santa señora, esa que lo acompaña hace más de 20 años en sus aventuras como el último vendedor de remolinos y de gallitos de Antofagasta.
Don Mario - así le gusta que lo llamen - es santiaguino y por cuestiones de trabajo llegó al norte. Lo que lo maravilló fue el clima a diferencia de la capital. Mientras todos los connacionales seguían el Mundial de Fútbol del 62, Mario se desplazaba por todo Chile vendiendo sus enciclopedias y libros hasta que se puso de moda la televisión, lo que le arruinó el negocio "antes la gente era muy estudiosa, después que salieron las teles, ya nadie leía", reflexionó.
Sobre su juventud, el vendedor casi octogenario cuenta que siempre fue un cabro respetuoso y que nunca buscó mujeres, simplemente llegaban a él, "si venían cuatro chiquillas, yo me dejaba querer nomás, aparte ellas siempre me buscaban". Pero al preguntar sobre el por qué le tiene tanto asco al matrimonio, simplemente contesta que no es para él a pesar de que vive emparejado hace años, "me gusta ser libre", aseguró.
La multa
El vendedor contó que una vez recibió una multa por parte de un carabinero, apesadumbrado y sabiendo lo que se le venía, se dirigió al Juzgado de Policía Local para poder apelar al parte que bordeaba los 80 mil pesos.
Con 15 lucas en el bolsillo y a la espera de una buena señal de la santa providencia, don Mario algo desconfiado llegó al recinto. En el lugar le sucedió algo que lo conmovió y lo lleno de orgullo. Sentado a la espera de su turno, salió el juez que vería su causa. Al verlo acongojado, el hombre tomó el papel incriminador y con ambas manos, lo rompió en pedacitos mientras comentaba a viva voz sobre a quién se le podría pasar por la cabeza multar a Mario, un hombre que realizaba un oficio de carácter patrimonial.
la muerte de su hijo
No puede evitar que le tirite la voz y se le llenen los ojos de lagrimas, es que el tema de la muerte de su hijo es una herida abierta.
"Él me vino a dejar en la mañana al centro y al mediodía estaba muerto por un ataque al corazón", comentó. Don Mario no lo podía creer cuando le contaron lo que le había pasado. "Él siempre fue respetuoso y un buen hijo", aseguró.
Mientras se encontraba sumido en el dolor, el vendedor se prometio que durante todo el tiempo que este vivo, jamás le faltarían las flores a su amado hijo. Es por eso, que cada semana le corta la cola a la ganancia diaria que le da venta de remolinos y gallitos, junta unos $15 mil semanales y manda a su "viejita" al cementerio, para que plague de flores el santo sepulcro.
En tanto, el vendedor de remolinos seguirá ofreciendo sus remolinos a luca y sus gallitos a $400 para poder parar la olla. Don Mario sin saber se transformó en un rockstar de la Perla. J