Los candados del amor llegan a La Portada de Antofagasta
Los amores de verano son tan rápidos y bellos como una estrella fugaz en una noche despejada. Y así como una estrella fugaz, uno no se da ni cuenta cuando ya no están. Así me pasó con Lila, la cocodrila, que conocí hace unos años en un cálido enero a la orilla del muelle, y que dejé de ver cuando toda la gente cambiaba sus shorts por uniformes, en marzo.
Nuestra relación fue muy intensa, porque además de salir a tomar helados de mango, surfear en Coloso y nadar en bloqueador solar, fuimos a consolidar nuestro amor a La Portada de Antofagasta, con un candado que sellara nuestra -al menos yo creía así- eterna unión en el cosmos. Al atardecer, pusimos nuestros nombres en el candado, lo cerramos y lo dejamos en el mirador. Lila lanzó la llave al acantilado.
Como les he contado antes, Lila se fue, pero nuestro candado sigue ahí. En una tarde melancólica lo volví a visitar, y junto al mío hay decenas de otros enamorados que quisieron inmortalizar su cariño. Y ojo que el fenómeno no es nuevo: viene del libro "Tengo ganas de ti" de Federico Moccia, una continuación del famosísimo "A tres metros sobre el cielo". En esa historia del 2006, los personajes lanzaban su llave en el puente Milvio (que cruza el río Tíber), en Roma.
Desde entonces, todos los enamorados se han vuelto locos con ir a dejar candados en donde sea. Y aunque el acaramelado ritual es muy lindo y todo, se transformó en un problema para algunos. En el Pont des Arts de París, tuvieron que sacar las barandas por tanto candado, porque entre todos pesaban 50 toneladas y se estaba dañando la estructura del puente. Las autoridades, que hasta hoy no tienen una política oficial con respecto al amor, pusieron barandillas de acrílico, para que no siguieran colgando estos artefactos.
A Chile la onda llegó unos años después. A alguien se le ocurrió colgar los candados en el puente Condell, que cruza el río Mapocho a la altura de Salvador, en Providencia. Hace tres años aparecía uno que otro tímido candado, y ahora no hay espacio para poner más.
ALL YOU NEED IS LOVE
En nuestra región, la cosa está floreciendo en varios lugares. A falta de ríos -y por ende, de puentes- en Antofagasta los tortolitos ponen su candado en el paseo peatonal del Mall Plaza, que mira hacia el mar. También en Calama, los enamorados han sellado su candado en los puentes que cruzan el Río Loa. El peatonal cercano al Instituto Teletón tiene una decena de ellos, y se siguen multiplicando por todas partes.
Hace unos años, cuando Lila regresó a su ciudad ("Volveré pronto Coco, te lo prometo", me dijo esa vez) y desapareció de mi vida, quedé picado con ella y con el candado, y partí con un napoleón a La Portada a destruirlo, con el honor de cocodrilo herido. Cuando llegué, dos días después (recuerden que tengo patitas cortas, me demoro en caminar), me arrepentí. Recordé todos los atardeceres, helados de mango y paseos que nos unieron, y todo eso que nada -excepto la amnesia- podrá borrar.
Cuando regresaba a Antofagasta, una pareja venía recién llegando al monumento natural. Venían a poner su candado, para inmortalizar su propia historia. J
l Don Coco, el cocodrilo