El gran escape
Es la hora de la visita en la cárcel de Calama y nadie puede entrar: justo antes se habían fugado 29 reos por una puerta de servicio. Sería el escape más recordado en años en El Loa.
Cientos de personas esperan impacientes la hora para entrar a ver a sus familiares recluidos en el Centro de Detención Preventiva de Calama. Es jueves, día de visita, y el sol calameño de mediados de febrero hace insoportable cualquier espera que implique estar mucho rato al aire libre, a menos que sea bajo la agradable sombra de los pimientos que adornan la calle. Cuando por fin son las 3 y media de la tarde, alguien dentro de la cárcel se da cuenta que faltan 29 presos.
Nerviosos, los gendarmes avisan y queda la escoba. Mientras Investigaciones y Carabineros salen por toda la ciudad a buscar a los fugados, los familiares exigen saber -por último- quienes son, porque todo lo que se sabe en las primeras horas son rumores: que son seis, que parece que son quince. Furiosos, terminaron arrojando objetos contundentes a los detectives.
Ese 21 de febrero, los 29 presos salieron por una puerta de servicio que se usaba para sacar la basura, por el lado de calle Antofagasta. Calladitos, tenían todo un plan de evasión que incluía una Chevrolet Luv esperando afuera a un grupo, arrancando frenético al poniente. A ocho reos los agarraron el mismo día.
El operativo sigue y en la cárcel están buscando explicaciones. ¿Cómo se fondean 29 presos y nadie vio nada? "En realidad la fuga fue tan grande, que se entiende que tuvo que haber ayuda de algún lado", reconoce Luis Sandoval, director regional de Gendarmería. En Calama habían 45 gendarmes ese día, pero no hay a quién responsabilizar. Dos guardias de las garitas son suspendidos, junto al encargado de las llaves.
Mientras tanto, las salidas de la ciudad están fuertemente custodiadas y cada auto, bus o bicicleta que salga de Calama es registrado minuciosamente por la policía. A medida que van pasando los días, a varios los pillan escapando a San Pedro de Atacama o escondidos entre las matas de Yalquincha. Los que hablan cuentan que la fuga había sido organizada por Eduardo E., condenado por narcotráfico. Él la había planeado para ocho internos, pero se dieron el dato que la puerta estaba abierta y arrancó todo el resto.
Increíblemente, el día 25, llega tocando la puerta F. Tamblay, uno de los fugados. Estaba procesado por robo en lugar habitado, pero no quería recibir una sanción en caso que lo encontraran. Curioso: cuando la policía registraba cada lugar de Calama, el hombre se bajó de una micro súper tranquilo a entregarse.
A la hora de las responsabilidades, todo el embrollo lo tuvieron que pagar dos gendarmes, que se fueron de baja. Y con respecto al que se consideraba cabecilla de la fuga, Eduardo E., fue capturado recién el 11 de marzo, cuando iba caminando en Arauco con Maipú.