Cuando el cariño por un oficio construye una vida y una familia
Luis Zavala lleva más de cinco décadas como suplementero y además como coleccionista. Hoy es conocido por su dedicación a la recolección de objetos de Chuquicamata. Construyó su familia y educó a sus hijos con este trabajo.
Impresiona el cariño infinito que tiene por el campamento de Chuquicamata. Cualquiera pensaría que nació en la zona, sin embargo es un hijo adoptivo.
Luis Zavala es oriundo de Copiapó, sin embargo llegó hace varias décadas al norte y desde ese momento arraigó consigo el oficio de suplementero.
Fue incluso canillita, aquellos niños que ofrecían los diarios en las calles en décadas de antaño.
Su madre también se dedicó a lo mismo, desde ahí su cariño por los diarios.
Con el tiempo además comenzó a convertirse en un gran coleccionista de los más diversos objetos, claro que su mayor tiempo y preocupación lo absorbe todo lo que tenga que ver con el mineral de Chuquicamata.
Una boleta, un papel, una moneda, un equipo de trabajo, cualquier cosa que haya sido utilizado en el campamento se convierte para él en un verdadero tesoro.
"Muchas cosas las encuentro entre la basura. Cosas que la gente vota y desecha, para mí son verdaderos tesoros, pero que la gente no le sabe dar su real valor. Yo lo tomo, lo guardo y lo dejó en el verdadero museo que he ido construyendo con el tiempo", explica.
Varias generaciones lo conocen. Estuvo por mucho tiempo con un kiosco en Chuquicamata, hasta que luego tuvo su casa y se instaló finalmente en Calama.
Hoy lo pueden encontrar en la esquina de Camarones con Punta de Rieles.
Y no podría ser de otra manera, su negocio está pintado con ilustraciones alusivas a Chuquicamata de sus amores.
Con su negocio y con el apoyo incondicional de su mujer, pudo construir su familia y sacar adelante a todos sus hijos.
"Tengo seis y todos ellos son profesionales gracias a este trabajo. Es cierto que no le tomaron el "gustito" por todo el tiempo que le he debido entregar, pero igual son agradecidos de lo que les dio el oficio que tuvo su padre como suplementero", explicó.
Es que en el caso de Luis, es prácticamente toda una vida vinculado a la venta de ejemplares de diario.
Por lo mismo sabe cómo lentamente las tendencias han ido dejando de lado al papel, sin embargo sus lectores y clientes fieles, siempre llegan al negocio en busca de su ejemplar en físico.
Hoy reconoce que definitivamente su oficio no le permite vivir, sin embargo se niega a bajar los brazos.
"Son años en este mundo. Tengo amigos, grandes amigos. Al final en la casa me siento encerrado, necesito salir. Estar con mis clientes y esos que se convirtieron en mi amigos", relató.
Es que pasar por su negocio y verlo sin nadie alrededor parece imposible. Siempre hay alguien con quien conversar. Esa gente, que sabe, siempre estará ahí para recibirlos, para escucharlos, o incluso para sentarse a conocer las miles de historia que tiene don Luis.
Su máximo orgullo como suplementero fue cuando su madre fue distinguida por el dueño de la cadena.
"El mismo Agustín Edwards le entregó una medalla a mi madre, esa la guardo yo hoy día, porque para mí es algo lindo para recordar", explica.
Es que desde los nueve años, comenzó a vender diarios, algo que pese a lo dificultoso que se vuelve hoy en día, se niega a abandonar.
"Estoy vendiendo chatarra. Eso me deja para seguir viviendo, pero no quiero dejar el negocio, es algo que es parte de mi vida, no veo mi día a día sin mi negocio", explica.
Comenta que suma 43 años de matrimonio con su mujer, su gran pilar, quien lo motivó siempre a seguir adelante.
"Ha sido una gran compañera, siempre fuimos a la par, juntos sacamos adelante a nuestro hijos. Ella trabajaba como empleada, pero además, a veces, iba a hacer planchados, enceraba. El esfuerzo valió la pena", explica.
Y claro que tuvo recompensas, más cuando hoy pueden ver a todos sus hijos convertidos no solo en buenos profesionales, sino que también en grandes personas.
El próximo año, pese a los más de 50 que lleva como suplementero, sumará 30 de ellos en la esquina de la Villa Huaytiquina.
Orgulloso reconoce que fue de los primeros comerciantes en llegar al sector cuando se construyeron esas viviendas.
"De ahí empezaron a llegar los demás. Por eso puedo decir que conozco generaciones completas. Gente que llega, me saluda y me pregunta si me acuerdo de ellos. Es tanta gente la que uno ha conocido, que a veces se hace difícil recordarlas a todas", agregó.
Hoy sigue además con su pasión de coleccionar cosas, algo que lleva en paralelo y que confiesa heredó de su madre que también rescataba cosas.
"Cuando ella murió nos dimos cuenta que tenía muchas cosas que ni nosotros sabíamos. Ahí nos repartimos las cosas con mi hermana, que también es coleccionista", recalcó Luis.
Sabe que su oficio hoy es difícil de mantener, pero dice que mientras tenga salud, seguirá en su kiosco, sin importar las ventas, solo por el cariño que recibe a diario de toda la gente que lo aprecia.