La hermosa, familiar y sacrificada vida que nos entregó "Chuqui"
El campamento minero que cerró sus puertas en 2007 festeja sus 103 años. Un lugar único en Chile, que pese al tiempo siempre permanecerá en la memoria de sus hijos.
Chuquicamata, el campamento minero que por décadas fue un lugar único en Chile, celebra sus 103 años. Desde hoy y hasta el domingo volverá a abrir sus puertas, para que quienes nacieron en este histórico lugar, o bien quienes lo adoptaron puedan recordar vivencias y recorrer sus calles, plazas y locales, que fueron parte de la niñez y juventud de muchos que ahora estamos lejos del glorioso "Chuqui".
Después que en septiembre de 2007 cerrara sus puertas, con la partida de los últimos vecinos, Chuquicamata en lugar de morir recobró la vida, ya que sus habitantes jamás permitirán que esos recuerdos de décadas pasadas nunca sean cubiertos por la tierra y los residuos propios de la mina.
Quienes vivimos en Chuquicamata sabemos que tiene una magia especial que no existe en ningún otro lugar de Chile. De partida todos nuestros padres trabajaban en la mina, así que éramos como una mega familia.
Habían pocos colegios y lugares de distracción, una feria muy particular, pulperías donde llegaban los mejores juguetes para Navidad y uniformes de calidad para la época escolar. Que decir del Hospital Roy H. Glover, uno de los mejores de Chile y porque no decirlo de Sudamérica, tanto en su infraestructura como en la calidad de sus médicos.
Ahora el centro asistencial está bajo tierra, pero los recuerdos están intactos en nuestras memorias. Había que ir en colectivo, pasar por debajo de un puente, que era lo más divertido del viaje, y al llegar te recibían gigantescos árboles que daban otro ambiente, más amigable antes de visitar al doctor.
Sólo los chuquicamatinos saben de la especial puerta 1-21, que se encontraba en el medio del hospital y donde la mayoría de los enfermos debían pasar ya que en su interior estaban las consultas médicas de los especialistas. Era entretenido ir al Roy H. Glover, mirar como los remedios subían a través de unos tubos, para la época era notable. Subir a los ascensores, todo era moderno, algunos de seguro les daba gusto enfermarse para ir todo un día a divertirse al hospital.
Y si de diversión se trata, como olvidar los juegos que se encontraban en el sector de Los Hundidos, frente a unos departamentos pequeños.
Se inauguraron en 1935 y no hay chuquicamatino que no haya pasado tardes completas jugando con los robots futuristas, barcos de metal con cabinas, resbalines, autos con manubrio y palanca de cambios... No sé si habían en ese entones juegos tan divertidos como los del parque, y eso que en los años ochenta ya estaban un poco gastados, pero igual las familias llegaban con sus hijos en sus ratos libres.
Negocios
Si bien Chuqui es minería, existían negocios emblemáticos donde uno compraba la mercadería y otros productos. Las pulperías eran las principales, allí llegaba lo mejor del país. Pero también no podemos olvidar el Emporio la Verbena, ubicado en la avenida principal, y donde se vendían diferentes abarrotes, rotisería, confitería y hasta licores.
Si uno quería comprar el diario o las revistas de la época, el "Monje Loco" era un clásico, justo afuera del Club Chuqui. Pero el gran punto de encuentro era la feria, la parte superior era lo más atractivo para los niños, ya que habían juguetes y juegos de salón que uno coleccionaba, mientras que en la parte inferior estaban los puestos de verduras y alimentos, donde los caseros tambien pasaron a formar parte de la familia de Chuquicamata. Era otro panorama para los fines de semana.
El Teatro Chile fue considerado uno de los mejores en su momento, y es de las pocas estructuras que aún están en el casco central del campamento. A su lado el estadio Anaconda, donde incluso a comienzo de los ochenta jugó Cobreloa algunos partidos, recuerdo uno ante San Luis con Patricio Yáñez y "Pititore" Cabrera.
A un par de pasos el Club Chuqui, un gimnasio coqueto que albergaba los campeonatos de básquetbol, vóleibol y baby fútbol, también allí se celebró un Nacional de boxeo y en verano se organizaban las fiestas y actividades de los jóvenes.
El otro lado
Pero como dice el refrán: "No todo lo que brilla es oro", y Chuquicamata no estaba ajeno a esto. Los inviernos eran bravos, quizás peor que cualquier ciudad del sur. No llovía, pero el frío era pesado, y si a eso le sumamos el humo que salía desde los hornos y refinerías, el panorama era muy complicado, en especial para los niños.
Uno se debía poner esos gorros "pasamontañas" para protejerte del viento y el humo, parcas ultra gruesas, guantes. Los resfríos, bronquitis y en general las enfermedades respiratorias eran pan de cada día.
Para los trabajadores era peor. Quienes manejaban los gigantescos camiones, terminaron con problemas a la columna a la hora del retiro. El clima obligaba a las familias a juntarse en casas y compartieran, había mucha actividad que unía a la familia chuquicamatina.
Otros lugares
"La Gruta" era otro punto obligado para los habitantes del campamento. A la hora de encontrarse con Díos o pedir algún favor había que acudir allí a prender una velita a la virgen. Desde allí, a un par de metros estaba uno de los sectores más emblemáticos, la Población O'Higgins, más conocida como "Las Normac".
Con los años uno se encuentra con un coterráneo en cualquier lugar de Chile y si eres de Chuqui es obligación saberte las calles de "Las Normac". Partían desde la "A" con Aldea, y de ahí seguía con Baquedano, Condell, Domeyko, Esmeralda, Freirina, Granaderos, Huelén, Independencia y terminaba con la "J", Jotabeche.
Pero también habían otros sectores con mucha historia. Los Adobes, en pleno centro y muy cerca de la oficina donde les pasaban el sueldo a los trabajadores en sobres. Cada trabajador tenía su archivo, un número que pasaba a ser como el carnet de la familia, creo que todos se deben acordar del número de archivo, que duraba hasta que la familia se fuera de Codelco.
Un poco más arriba estaba El Bosque y Los Lagos, casas un poco más grande para familias con mayor número de hijos. Y casi llegando al hospital estaba la Jhon Bradford, donde vivían los "jefes" y supervisores. Todos estos lugares quedaron bajo tierra y ahora solo permaneces en el recuerdo de quienes allí vivieron.
Seguir escribiendo de Chuquicamata daría para más páginas, para un suplemento completo. Hablar de la hermosa iglesia, con un Jesús extraño, el pesebre con animales verdaderos y figuras gigantes que se armaban para Navidad, el árbol de unos diez metros que en lugar de adornos colgaba regalos.
Son 103 años de historia, pasarán muchos otros aniversarios y la gente seguirá volviendo, porque Chuqui es especial, Chuqui es el lugar soñado donde todos quisieran vivir.