Línea 7: "Nosotros más que usuarios, transportamos historias"
Son una de las empresas de transporte público más antigua de la ciudad. Cumplieron 25 años al servicio de Calama.
Recorren la ciudad abordo de sus máquinas. En primera persona han sido testigos del avance de Calama.
Se trata de la familia que conforman los integrantes de la Línea 177, una de las más antiguas formadas en la ciudad.
Este mes con mucho orgullo cumplieron 25 años de servicio a los calameños y se dieron tiempo de recordar todo lo que han ido avanzando.
Cómo el desarrollo les ha permitido entregar una mejor atención a los usuarios y además, mejorar también las condiciones en que se desempeñan sus conductores.
Porque definitivamente los tiempos han cambiado, el desarrollo se observa en Calama y ellos no están ajenos.
El presidente de esta línea de micros, Juan Carlos Villaroel, hizo un alto en su ajetreada agenda, para contarnos los detalles, esos que nadie ve de los transportistas de la locomoción mayor.
Festejaron un nuevo aniversario el pasado 1 de mayo, fecha en que si bien no nacieron, adoptaron como propia por una historia que no deja de llamar la atención. "Nosotros hace muchos años, cuando recién empezamos con esto, el día 1 de mayo parábamos y no justamente para descasar y celebrar el Día del Trabajador, sino que usábamos esa jornada para mejorar nuestras condiciones de trabajo", explicó.
Lo particular de todo esto, es que no se refiere precisamente por ejemplo a trabajar en el terminal o realizar mantención de sus máquina, sino que salían a las calles a realizar mantenciones.
"Las calles en esa época eran muy malas. Casi todas de tierra con tremendos desniveles que hacían que nuestras máquinas se echaran a perder más rápido de lo que debían. Así que cada 1 de mayo salíamos con picota y pala en mano, para nosotros mismas arreglarlas", agregó.
Eran definitivamente otros tiempos, cuando lo particular era observar calles pavimentadas, especialmente en los barrios de la ciudad.
Como siempre estuvo en su afán mejorar el servicio que entregaban, no lo pensaban dos veces y ellos mismo en cuadrillas salían a realizar las mantenciones que fueran necesarias.
"Nos preparaban algunas colaciones y todos salíamos a trabajar, era la única forma de cuidar nuestros buses y no sufrir un desgaste tan rápido por la condición de las calles", precisó Villaroel.
De hecho muchas cosas han cambiado, si hasta debieron cambiarse de casa al ver el explosivo crecimiento que experimento la ciudad.
"Empezamos con el terminal en calle Hamburgo con Colonia. Hablo que esa época eran solo un gran peladero, pero luego con el paso del tiempo nos vimos rodeados de casas y debimos salir de ahí. Fue cuando decidimos comprar este terreno, del que hoy somos propietarios", dijo.
En la actualidad se encuentran emplazados en un gran espacio en la entrada norte de la ciudad, donde tienen surtidor de combustible e incluso un taller para las mantenciones de las máquinas.
Esto sin contar las comodidades con que hoy cuentan los conductores. Un moderno casino, lugares de esparcimiento y no podía faltar, la oficina de comando central.
Ahí donde se monitorea cada movimiento de los conductores, quienes cuentan con sistema de rastreo satelital en sus buses.
"Dejaron de existir las personas que antes recibían las tarjetas y debían marcarlas en cada lugar donde debían detenerse. Hoy contamos con tecnología de punta para estos procesos", explicó Villaroel.
Era un verdadero clásico. Ver cómo esperaban la llegada de las máquinas y rápidamente iban en busca de la tarjeta que permitía marcar los tiempos estipulados.
Hoy nada de eso existe. Una pantalla gigante permite observar el desplazamiento que lleva cada uno de los conductores.
Pasan por su recorrido, el que indica con claridad en que horario deben llegar a cada punto y luego el GPS permite establecer si se cumplió con cada uno de los tiempos.
Hoy son 184 máquinas las que recorren la ciudad desde cada uno de los extremos de sus puntos cardinales.
Una línea que cuenta con cinco variantes y que junto a sus socios debió convertirse en sociedad por disposición legal.
Pero más que una empresa, lo que son en verdad es una gran familia, que comparten extensas jornadas de trabajo.
"En una vuelta un conductor puede estar al menos dos horas. Luego llega, pasa al casino y vuelve a pedir su recorrido y comienza todo de nuevo. Esto parte poco antes de las siete y no se detiene hasta cerca de las once de la noche", explicó Villaroel.
Largas horas de trabajo, de una labor agotadora que a diario cumplen entregando un importante servicio a la comunidad.
Esto es valorado por los cientos de pasajeros, que ven en ellos la seguridad necesaria para desplazarse. Están conscientes también de las críticas y las toman para su crecimiento.
"Sabemos que muchos nos acusan de imprudentes o un sinfín de cosas, sin embargo a diario intentamos mejorar, porque entregar un mejor servicio es el mayor de nuestros objetivos, el desafío más importante por el que trabajamos", agregó.
Una labor que para ellos ha tenido de dulce y agraz, que han debido aprender a vivir y a disfrutar, a pesar de lo mucho que se puede perder al estar tras un volante.
Esperan seguir sumando más y también trabajar en mejoras para la población y también para sus conductores.
"Nosotros más que usuarios, transportamos historias. Niños a los que conocimos cuando iban en básica, luego lo llevamos en la enseñanza media y ahora te los encuentras, convertidos en adultos, algunos profesionales, otros con hijos y te llena de alegría que todavía te recuerden y te saluden con cariño", remató Villaroel.
Un conductor que se transforma en un compañero de viaje para los cientos de pasajeros que a diario viajan en sus máquinas, con la seguridad que en sus manos está la posibilidad de llegar a destino.
Un recorrido lleno de historias, que se proyectan para construir un futuro mejor, que aporte al desarrollo de la ciudad.