Los archivos secretos de Antofagasta en la bóveda del Archivo Nacional
Cada 30 años, los archivos originales de la ciudad deben irse a Santiago para su eterno resguardo. "La Estrella" encontró documentos anteriores a la llegada de Juan López e incluso, balas de crímenes de principios del siglo pasado.
Los carabineros que llevaron a Alberto Torres Mercado (27) al Hospital del Salvador de Antofagasta no pudieron sacarle mucha información para llenar el parte policial. El carabinero Juan Torrejón lo había encontrado de noche, en calle Latorre entre Serrano y Riquelme, con una herida de bala en la espalda a la altura del riñón, que salió por la tetilla derecha. A las 1 de la madrugada del 15 de julio de 1934, mientras era atendido por la gravedad de sus heridas, Torres declaró desde la cama 25 del Hospital que no sabía quién le disparó.
Con el cabo segundo Juan Torrejón investigaron en el vecindario, pero nadie escuchó un sonido de balazos en el lugar. No había por dónde investigar, porque Torres se negó a dar más detalles, según narra el parte policial. Los dio tres días después, cuando el juez fue a verlo al hospital. Dijo que esa noche había ido al Teatro Nacional, después al cabaret El Continental, y cuando pasaba a comprarse un sándwich a avenida Argentina, cayó herido inexplicablemente. "Yo no he tenido disgustos con nadie y no sospecho quien pueda haberme disparado", dijo.
El riñón de Alberto quedó tan destrozado que se lo tuvieron que sacar. Como prueba para la investigación presentaron la bala, un proyectil de calibre 6,35 milímetros que no sirvió para hallar al agresor, porque el caso nunca llegó a nada. En agosto Torres salió de alta y unos meses después el caso se sobreseyó.
Ochenta y cuatro años después, la bala que atravesó a Alberto Torres aún se guarda intacta. Está en un sobrecito, archivada junto al legajo de la causa entre las 5.095 cajas y libros que el Archivo Nacional de Chile guarda en Santiago con prácticamente toda la historia de Antofagasta y el país. Toda la documentación estatal, desde la llegada de los españoles, está aquí. Por decreto, los tribunales de justicia también deben transferir sus expedientes judiciales originales al Archivo (en zonas extremas, cada 30 años, en el resto del país 80), y es por eso que el caso del misterioso disparo ahora está a 1.300 kilómetros de calle Latorre.
En las bóvedas a las que sólo se puede ingresar con un sensor biométrico, se pueden encontrar todos los documentos de Antofagasta emitidos hasta 1980. En total hay 4.950 unidades de conservaciones (cajas, legajos), 44 libros copiadores de sentencias y cinco libros del Juzgado Militar. No sólo hay texto, sino también piezas como la bala de Alberto Torres.
-Es una particularidad que se da en los archivos judiciales -cuenta Pedro González, encargado de Atención de Usuarios del Archivo Nacional Histórico- No es raro encontrar un expediente donde por lesiones se adjunten los dientes que alguien perdió en una pelea, en el archivo de San Felipe. (…) He visto por suicidios frustrados o tentativa, las balas con las que intentó quitarse la vida, o expedientes por aborto donde hay pedazos de algodón o ropa ensangrentada.
Lo curioso es que pese a que el poblamiento de Antofagasta está fechado cuando llegó el "Chango" López, en 1866, en el Archivo Nacional el documento más antiguo de la zona es de un año antes. Eso sí, los hechos no ocurrieron acá sino que en Caraguara, un poblado que actualmente es un municipio de Oruro, en Bolivia. El vecino Ramón Rodríguez le pidió 240 pesos prestados a Gavino Jacobista Villar con fecha 5 de febrero de 1864, prometiendo pagarlos seis meses más tarde.
El problema es que Ramón Rodríguez murió antes de pagar. Gabino Jacobista fue a tribunales haciendo ver que el deudor no sabía firmar y que tuvo que pedirle a don Martín Ulloa que lo hiciera por él como testigo de fe, y que Isidora Peralta, "heredera del finado Ramón Rodríguez", le había abonado $60, quedando $180 impagos. Alguien, por cierto, tenía que cancelar el resto. Al final, en noviembre de 1865, el juez dio la razón al demandante y notificó a Isidora Peralta que ella debía hacerse responsable de los 180 pesos, y un alguacil fue a embargar cosas que pertenecían a Rodríguez para pagar la deuda.
El caso ocurrido un año antes del poblamiento de nuestras costas terminó en el Juzgado de Antofagasta para su archivo. En los años siguientes, al menos hasta 1873, las causas civiles de Antofagasta son, en su mayoría, peticiones de minas.
En regiones
Cualquier persona mayor de 14 años puede hacer la petición de un documento específico en el Archivo Nacional, pero sí o sí tiene que ir a Santiago a hacer la consulta. En los computadores se puede filtrar la búsqueda con categorías para llegar hasta el documento deseado. Los resguardos para cuidar los archivos históricos corren para todos: se exige usar guantes, un atril para los libros y no trabajar con lápiz pasta. Lo que sí se puede es tomar fotos, pero el archivo no sale de ninguna manera del edificio, a menos que exista una autorización del Presidente de la República o -en caso de las sentencias judiciales- mediante un oficio del juez titular.
Pedro González, del Archivo Nacional, da un ejemplo:
-Si alguien tiene la certeza de un antepasado que combatió en la guerra, viene a revisar con nosotros los documentos y encuentra la hoja de servicio de esa persona.
La digitalización de los archivos sólo se hacen en proyectos específicos, porque escanear todo sería una tarea titánica. Para hacerse una idea de la inmensidad que existe, en el Archivo Nacional de calle Matucana tienen 30 kilómetros lineales de documentos, en la oficina de calle Miraflores tienen nueve kilómetros y en los regionales se calcula que hay unos diez o quince kilómetros de archivos. Restaurar uno a uno tardaría mucho y sería carísimo.
-Hay proyectos de digitalización que se llevan a cabo sobre todo con la documentación que es más solicitada por el público general. Los archivos tienen un público de nicho que son los investigadores, abogados, historiadores (…) Los proyectos de digitalización, por ejemplo, están dirigidos a la documentación de los Conservadores de Bienes Raíces. Esa documentación la puedes encontrar digitalizada en línea- explica Pedro González.
Traer los archivos a regiones es una de las ideas que tiene Pedro Muñoz, director ejecutivo de la Fundación Mi Patrimonio, que se dedica al rescate patrimonial de la memoria colectiva como son sus archivos. La descentralización, a su juicio, se debe marcar no sólo en distribuir los recursos, sino también llevar documentos de -por ejemplo- la Guerra del Pacífico o la Matanza de Santa María, al lugar donde se produjeron.
-No es muy comprensible para nosotros que alguien de Arica, de Punta Arenas o de Antofagasta tenga que viajar cientos o miles de kilómetros para poder tener acceso y ver archivos que son de ellos, de su comunidad- explica Muñoz.
Según el director de la fundación patrimonial, los gobiernos regionales debieran disponer lugares físicos para acoger los archivos de sus zonas. Por esa misma razón, se trabaja en un proyecto que debiese estar desarrollándose en un plazo de ocho años, en busca del rescate de la memoria del país desde sus regiones.
Pedro Muñoz plantea una idea para graficar la importancia de mantener la historia. Cuando la Fundación Mi Patrimonio hace un taller o una charla, siempre les preguntan a sus asistentes qué es lo primero que salvarían en caso que se les quemara la casa.
Lo primero que responde la gente es salvar a la familia. Después, los recuerdos.
-Y la gente no dice "voy al cajón a ver la plata que tengo guardada', lo primero que dice es 'yo rescato mis fotografías, mis recuerdos, porque eso se pierde para siempre', explica Muñoz.
El trabajo en la fundación también apunta a que si bien muchas piezas históricas se han perdido con el tiempo, la idea es que eso no siga ocurriendo. Un ejemplo: el día en que bombardearon La Moneda, en 1973, desapareció el Acta de la Independencia de Chile. Se dice que un soldado la rompió. Pero ya no está. Para siempre. Pedro Muñoz lo reflexiona:
-La memoria, cuando se pierde, no se recupera nunca más.