No había un segundo que perder. Tal vez no dimensionó lo que podía pasar después, pero había que hacer algo para no enfrentarse a la fuerza a esa delgada línea que separa la vida de la muerte. Esa línea eran dos perros que se le cruzaron por el camino cuando iba tranquilamente maullando -o tal vez ronrroneando- por la calle Iquique, en Mejillones, en la tarde del miércoles. Cuando de pronto lo salieron correteando, él solo actuó.
En unos segundos, el gato que usted ve en la foto ya estaba a seis metros de altura, colgado justo entre los cables de la red telefónica. ¿Cómo iba a bajar ahora? Arriba, el remedio para arrancar de los perros pareció ser peor que la enfermedad. Colgaba en un limbo: un metro más arriba, estaba la red eléctrica. Seis más abajo, la posibilidad de quedar estampado en el pavimento.
Tuvo suerte porque justo Franco Vargas, un vecino de la comuna, estaba cerca cuando ocurrió todo. Vio los perros y como el michi, con desesperación gatuna, se aferró al poste de madera hasta llegar arriba, como si fuera una desesperada carrera de palo ensebado, aunque no lo era, para nada. Y suerte que era de madera el palo poste, porque si se hubiera pillado uno de concreto, el gato pudo no haberla contado.
El hombre llamó a los bomberos, pero asegura que no quisieron ir. Si vemos todos los factores en esta historia, la aparición de Franco Vargas también fue salvadora para el gato, porque justo el hombre trabaja en la empresa que mantiene el alumbrado público de Mejillones. De las 13 mil almas que viven junto a la tranquila bahía, quien sabe cuántas tendrán un camión con escalera, pero seguro que son pocas. Y casualmente, Franco Vargas maneja una.
Rescate
Desde que lo vio hasta que subió a rescatar al asustado gato, pasaron cuarenta minutos. Entre los llamados, ir a buscar el camión y todo, los momentos parecieron ponerse difíciles para el gato, cuyo cuerpo claramente es más voluminoso que un atado de cables. Pero ahí estaba, preciso. Unos centímetros más y todo terminaba en tragedia.
Cuenta Franco Vargas que subió con el camión de SE Ingeniería y en dos minutos, el minino ya estaba abajo, sano y salvo. "En el sector antiguo de Mejillones todavía quedan postes de madera, pero la mayoría son de concreto", cuenta al teléfono. Aunque la permanencia de palos poste (en todo el sentido de la palabra) no es la mayor expresión del progreso, le salvó la vida al gato. "Es primera vez que voy a sacar un gato de los cables telefónicos", reflexiona el hombre.
Fueron también las características físicas del animal los que lo ayudaron a sacarla barata. El veterinario municipal de Antofagasta, Sebastián Cáceres, explica que a través de sus garras y los cojinetes (los suaves deditos que, además de otras funciones, les permiten caminar muy silenciosamente), los gatos pueden llegar a alcanzar a trepar alturas así.
En este caso, le jugó más a favor que en contra. "Como son rápidos, ocupan la destreza, pero lo más probable es que va a subir, pero no va a poder bajar", dice el profesional. La aparición de Franco Vargas, el hombre del alumbrado público, fue decidora, porque, de acuerdo al veterinario, el miau pudo haberse deshidratado ahí arriba. O peor aún, que el poste haya sido de metal y con el calor se hubiera terminado quemando.
Menos mal, nada de eso pasó. Con su rescate, que tardó con suerte unos dos minutos, el gato mejillonino volvió a las calles donde estaba, maullando y ronrroneando por ahí. Y lo más seguro, harto más lejos de los perros.
40 minutos duró el gato trepado en las alturas de un poste en calle Iquique, entre San Martín y Latorre.