"Las viudas" que dejó el traslado de la cárcel
La señora Erna vende su almacén después de 30 años. Un popular kiosco cerró. El comercio ha sido el principal damnificado del traslado de los internos al nuevo recinto penitenciario.
La primera vez la madre compró en el almacén "Fátima"; iba acompañada de sus dos hijas que no pasaban los diez años. Adquirieron de todo para el padre, recluido frente al almacén, en la cárcel, sin fijarse en los gastos. La escena se repitió por varios años. Una vez aparecieron las dos hijas, ya adolescentes. La señora Josefa Rivera recuerda que continuaron comprando por otro resto de años, hasta que apareció sólo una. Detrás del mesón del almacén y justo bajo una cuerda desde donde cuelgan unas manos de plátanos, la señora Josefa dice que luego no apareció nadie más.
La señora dice que a toda la familia la abdujo la cárcel. Elucubra que fue por narcotráfico.
Es una de las varias historias que rememora la señora Josefa. No recuerda la cantidad de años en el sector, pero dice que son varios. Afirma que su principal clientela son residentes del barrio, sin embargo también atendió a muchos familiares de los reclusos.
La mujer apunta a un kiosco ubicado en Prat, frente a la cárcel. Dice que éste cerró al otro día que trasladaron a los presos; asunto que refleja el remezón en los comerciantes que provocó el cambio de casa. "No había más que hacer", dice.
Se vende
Se vende
"Se vende", es lo que se lee en un papel adosado a las paredes del almacén "Nenita", justo frente a la entrada principal de la antigua cárcel. Más de 30 años de historia tiene el almacén atendido por la señora Erna Sobarzo, 62 años, 5 hijos. La mujer, quien es casada con un gendarme, afirma que regresará al sur, a Concepción. Quiere un cambio de vida; retornar a sus orígenes.
-¿Y no extrañará la ciudad, el clima?
-No porque soy de allá.
Erna dice que mantuvo una relación directa con los familiares de los reclusos y con los gendarmes. Puede decirse que el "Nenita" era el almacén de la cárcel.
La señora Erna dice que escuchó innumerables historias. Sin embargo a pesar de lo que se cree, nunca tuvo un problema con los vecinos. La gente es respetuosa, dice; incluso nunca pasó nada extraordinario por acá a pesar de las fugas y los motines que fueron varios.
Dice que el único problema pudieron ser las lacrimógenas. La señora Josefa Rivera concuerda con lo anterior. Ambas coinciden que el sector siempre mantuvo la tranquilidad.
Hoy el almacén "Nenita" parece sosegado. Erna abría temprano, antes de las 8 horas. Le iban a comprar pan y cecinas. Le adquirían azúcar, cigarrillo y bebida. Dice que el lugar cambió en un abrir y cerrar de ojos, pero que no le ha afectado pues antes había tomado la decisión de emigrar.
Sin embargo la presencia de la señora Erika, que viene de Mejillones a visitar a un familiar, abre un paréntesis. Un moreno, que baja la vista ante la mirada, busca el mismo objetivo que la señora Erika.
Transfers a la cárcel
Transfers a la cárcel
Al interior del "Nenita", hay un cartel que revela un nuevo rubro: los transfers a la cárcel.
La señora Erna dice que un hijo emprendió con los transfers. Tiene dos. Hace dos viajes diarios a la nueva cárcel, ubicada en el nudo Uribe. El costo es de cuatro mil pesos ida y vuelta.
-¿Es decir, su almacén ahora mutó a terminal de buses?
La señora Erna ríe y dice que es necesario adaptarse a los nuevos tiempos.
La cárcel parece un animal muerto. No emite ruido ni provoca esa constante tensión. Ya no están los guardias.
La señora Josefa del almacén "Fátima" y una vecina del sector comentan que lo ideal es ocupar el terreno en cualquier cosa que no sea una cárcel. "Es por un asunto estético, necesitamos un lugar que le cambie el rostro al barrio. La cárcel siempre afeó el sector".
La señora Josefa dice que ahora no tiene tanto ajetreo en la mañana, cuando los familiares de los presos le venían a comprar pan, queso y juego. "Sí; el cierre de la cárcel nos ha afectado las ventas. Es un bajón que debemos asumir", afirma la mujer mirando las altas murallones.