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La lustrabotas de la plaza que ve cómo pasan los intendentes

Damaris Tapia lleva años en el oficio. Gana para vivir el día. No tiene AFP ni menos está en una Isapre.

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l Rodrigo Ramos

Los zapatos de un señor le quedan justo en el cuello. Mira al señor hacia arriba y luego le entrega el diario, La Estrella. Podría ser el intendente; pero bueno qué importa el intendente. Los intendentes duran menos que un paquete de palomitas, dice. El señor mira al cielo y se relaja. Ella comienza su labor. Con un trapo repasa los zapatos. El movimiento es rápido. Luego aplica betún. Otra escobilla. Damaris Luz Tapia Araya o la sopita de pan hace casi cinco años que ejecuta el mismo procedimiento en la Plaza Colón. Es la única lustrabotas mujer y eso marca diferencia.

Damaris es de Salamanca. Aclara su aburrimiento a la relación de su pueblo con la brujería. "En Salamanca no hay brujas, por lo menos no conozco a ninguna", dice.

-¿Y usted no es bruja?

Mira y ríe. Luego dice que no siga con el tema. Le aburre.

Recuerda que desde niña trabajó lustrando botas; sin embargo intercaló la actividad con otras labores. Luego de varios años retomó su oficio en Antofagasta. Reconoce que le gusta la ciudad y que la va bien con su trabajo. La plaza le parece agradable. Damaris le toma el pulso a la urbe. Percibe a la ciudad demasiado triste; muy preocupada del trabajo; del día a día.

-¿Somos fomes los antofagastinos?-

-No, pero son ensimismado; raros y aves de paso.

Damaris apunta. Más allá trabaja su padre. El señor parece atento a lo que dice su hija. Ambos viven en la misma casa, en la calle Calera. Se levanta a las 5.30 de la madrugada y luego baja. Su padre le enseñó el trabajo a su hija. Damaris afirma que está separada, pero que ha criado varios hijos. No le gusta hablar del tema de los hijos ni menos de sus relaciones de pareja.

Damaris abre un cajón. Hay betún y una figurita de la virgen de Guadalupe de México. Fue un regalo que le hicieron para el día de la madre. Damaris dice que la cuida. Hasta el momento la santa no ha sido necesaria, sin embargo no falta el señor que se arranca con los tarros.

Damaris arrastrando la voz dice que un venezolano se trató de pasar de vivo con ella. "Me dijo que era bonita y que quería llevarme".

Su padre tranquilizó el asunto. Le dijo que yo no era fácil. El hombre le hizo algunos ademanes, pero se fue.

-¿Y qué le han parecido los intendentes?

Damaris mueve la cabeza. Dice que ha escuchado varias veces conversaciones de los poderosos del otro lado. Conversan con ellos. Hablan por teléfono. Luego leen los diarios y se quejan. Yo no me meto en cuestiones.

-¿Pero no le gustaría pedirle mayor igualdad?

Damaris piensa. Mientras lustra reconoce que no está afiliada a ninguna AFP ni menos a una Isapre.

Sabe que si enferma deberá asistir a un hospital y esperar. "Aquí estoy; lo mío es un trabajo humilde", afirma.

Por cada lustrada gana alrededor de mil pesos. A veces logra quince mil pesos en promedio. El dinero le sirve para comer y alojarse.

-¿Y si se enferma?

-No me enfermo, pero si pasa tendré que apechugar de algún modo. J

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