Terremotos tienen traumada a comunidad argentina de bodyboard
Alrededor de 100 riders trasandinos pasan gran parte del año en Iquique. Trabajan de garzones y desafían olas. Por ahora no piensan regresar.
l Rodrigo Ramos Bañados
"La cosa" es una ola célebre pues puede alcanzar los 5 metros con marejada. "La cosa" emerge ciertas veces al año detrás de las rocas en la playa Bellavista, Iquique. Es una cita imperdible para quienes practican bodyboard.
Quienes saben califican a "la cosa" como la ola que eyecta más adrenalina. Montar la ola implica sus riesgos pues debido a la baja profundidad, un metro, es fácil golpearse o astillarse con las rocas. Ezequiel Castro-Villar, 28 años, argentino, Mar del plata, quien practica bodyboard desde los 7 años, confiesa que "la cosa" es una de las razones por las cuales permanece en Iquique. Castro-Villar integra una comunidad de alrededor de 100 riders argentinos que pasan parte del año en Iquique o bien se quedaron.
La mayoría vive frente al mar y trabajan de garzones o cocineros. Hasta marzo la ciudad había sido generosa con ellos.
Rara vez en Argentina se mueve la tierra. Aquí habían escuchado sobre la posibilidad de un terremoto, sin embargo no era algo que los amedrentara.
En consecuencia para los chicos fue una experiencia nueva, extraña y hasta hoy cargada de incertidumbre.
Mauro Piñeiro, 29 años, Buenos Aires, quien lleva seis meses en Iquique, reconoce que nunca vivió ni imaginó algo parecido. El joven se ubicó en un lugar seguro y aguantó. Después evacuó.
El sonido de la alarma de tsunami lo sorprendió cuando ya subía.
La paradoja era evidente. Un riders de bodyboard huyendo como la mayoría, de ese tsunami imaginario que anunciaban las sirenas. Hay que estar medio idiota para bajar al mar. Por suerte a nadie se le ocurrió.
Piñeiro afirma que lo conmovió comprobar la incertidumbre de la gente y la necesidad de saber de los familiares.
Desde la ventana del departamento de un piso 13 donde vive Sabrina Piquard, Mar del plata, puede verse la playa Bellavista; justo donde se forma "la cosa".
Sabrina pregunta con rostro de duda a dónde saldrá esto y luego cuenta que estaba con sus amigos cuando se produjo el terremoto. Dice que eso le sirvió para tranquilizarse.
Una justificación para no evacuar fue la altura del departamento. Imposible que el mar escalara a un piso 13. Una segunda razón fue observar desde la ventana todo el tiempo el océano. Había marejada.
"La cosa", por ahora, era una "cosita".
Castro-Villar lleva cuatro años radicado en Iquique. Arribó a la ciudad en su afán de montar olas de calidad. La costa argentina no se caracteriza por proveer olas para bodyboard o surf. En ese lapso de tiempo, Castro-Villar se ha transformado en uno de los más reconocidos riders de Iquique.
Marcos Tobar, fotógrafo iquiqueño que sigue a los chicos, en broma le sacude el hombro a Castro-Villar. Temblor, le dice entre risas. El chico se sobresalta.
Castro-Villar le teme más a los temblores, que a las olas de seis metros y a la posibilidad de rajarse el rostro con la filuda punta de una roca. En realidad no le teme a las olas; éstas son su pasatiempo.
A diario se levanta alrededor de las 6 de la mañana; minutos después ya está en el mar junto a otros chicos. Durante el día trabaja en el restorán "Tercer Ojito". Según cómo esté su agenda, regresa al mar durante la tarde.
El joven vive a una cuadra del mar, en una vetusta casa de palo que se mueve de manera enajenada cuando tiembla. El último terremoto, el joven se levantó, se calzó sus zapatillas y salió hacia la zona de seguridad. No había otra opción.
-¿Y no te dieron ganas de lanzarte al mar a esperar la ola del tsunami?-
Castro-Villar me mira como si estuviera loco. Dice que imposible. Y si ha alguien se le pasó por la cabeza la idea, de seguro habría terminado preso.
Tobar dice que la mañana posterior al terremoto, algunos jóvenes se internaron al mar. Había marejadas. Las olas estaban gruesas e iban en aumento. Era un buen momento para practicar surf o bodyboard. Circula la idea que los sismos generan mejores olas.
Sin embargo la mayoría tenía otras urgencias. Parte de Iquique estaba en el suelo.
Las imágenes de la ciudad comenzaron a dar la vuelta al mundo. Pronto vinieron los llamados. Sabrina Piquard dice que su familia se tranquilizó una vez que la escucharon. Cuenta que la mayoría se comunicó. Resultó fácil a través de internet.
La joven dice que los medios agrandaron el hecho. "Para quienes vivimos fuera del país, esto resulta preocupante para nuestras familias", dice la chica dando la espalda a donde se forma "La Cosa".
El mar parece tranquilo. Hay un par de chicos haciendo Bodyboard. Tobar mira hacia un punto del mar, detrás de las rocas. Dice que se forma a 150 metros. Hay pocas olas que se le comparan, pero ninguna tiene su dificultad. Tobar dice seguro que ningún tsunami puede compararse. "La cosa" es única. J