Cómo es ser el niño nuevo del curso en el primer día de clases
Hace siete años, cuando salí de cuarto medio, ninguno de mis compañeros le tomó el peso a que no nos veríamos nunca más después de años de amistad. Yo, menos. De hecho, la noche del baile de graduación, con mi mejor amigo preferimos salir a tomar unas cervezas y ver la Vedetón que asistir. Aparte que ni sabíamos bailar.
Pero Cuarto Medio fue perfecto. Tenía un grupo de amigos ideal (nos hacíamos llamar los "Cazuelas Boys"), una linda polola que iba a buscar a otro colegio, y ganaba monedas de empaque. Cada uno hizo su vida, y cuando nos juntamos con los antiguos compañeros -las rarísimas veces que nos juntamos- el tema de conversación es el mismo: lo bien que lo pasábamos echando la talla, los profes que nos odiaban, y el glorioso invento de enviarse notitas por bluetooth, la única forma en que pudimos pasar matemáticas.
Son las 7.15 de la mañana y aquí estoy, con uniforme de nuevo, listo para entrar a mi primer día de clases en el Cuarto B Administración del Instituto Superior de Comercio de Antofagasta. El objetivo: revivir el mejor año de mi vida. Los que saben: nadie, excepto algunos directivos del mismo ISCA.
Los rituales del primer día de clases casi siempre son los mismos. Desperté, miré por la ventana y aún era de noche. Para un escolar, primer indicador que el verano murió. Me puse la camisa, el vestón y el pantalón. Estaba tan apurado, que a última hora caché que nunca me pude conseguir los zapatos de colegio talla 40. Me puse los del terno. Ojalá pase piola, pensé.
Una 111 con destino norte me paró. Le pasé quinientos al chofer y el caballero ni siquiera me pidió el pase (en la universidad varias veces me botaron de la micro por eso). El susto de no pasar inadvertido se olvidó cuando tuve que ir al diario a dejar la cámara de fotos, y a pedirle a alguien que me hiciera el nudo de la corbata (ejem, nunca aprendí). El portero, amablemente, me siguió. "¿Usted trabaja aquí?", dijo.
¿USTED ES NUEVO?
Cuando llegué al ISCA, en el patio estaba perdido y no cachaba a nadie. Los cabros son todos amigos del año pasado, las niñas paseaban de a tres tomadas del brazo, y yo acá estaba de alumno nuevo, haciendo como que hablaba por teléfono para no parecer estúpido. Un niño estaba igual de solo que yo ahí. Aquí me salvo, pensé.
-Hermano, ¿dónde se forma el Cuarto B Administración?
-Ehh, sabí que no sé brother. No sé.
El niño de vestón se fue, y, por suerte, nadie se formó a la hora de la Canción Nacional. Las caras, casi todas de sueño. "Puro Chile es tu cielo azulaaaaado, puras brisas te cruzan también". Mientras tanto, a mi lado, una niña le contaba a otra que el sábado había conocido a un tal Max, que era milico y que era entero mino. La otra se reía y miraba el celular. Luego del discurso de bienvenida del director, todos a la sala. Un cartel me ayudó.
En el curso somos 35, pero hoy vinimos quince. Aunque era el único niño nuevo del curso, los cabros fueron buena onda conmigo altiro. "¿Cómo te llamai?", "Bueeeena, ¿de dónde vení?", preguntaban. El profesor me queda mirando fijo cuando pasan la lista y yo no estoy ahí.
-Usted es nuevo.
-Sí profe… mi familia se vino hace una semana para Antofa, vengo de Alto Hospicio, del Liceo Sagrado Corazón…
Me hizo pasar adelante para llenar la ficha. Le di mi nombre completo, y traté de mirar de lejos con qué número empezaba el RUT, para pasar piola. Como todos empezaban con 19 millones, yo igual. Lógico.
-¿Fecha de nacimiento?
-28 de julio de… ehh… 1997.
Fui a sentarme, tranquilo. Esos minutos en que el profe deja de hablar sirven para hacerse amigos. Como todo niño nuevo, si no hablas ahora serás un estropajo social el resto del año. Uno me contó que tenía una banda que tocaba grindcore, un estilo musical tipo death metal. El nombre: . "¿Los querí escuchar?", pregunta, y me comparte un audífono.
El profesor cuenta que, ya que el Liceo Técnico funcionará acá en las tardes, habrán tres recreos y las clases terminarán a las una por lo menos un mes más. En mi colegio debió haber sido así, pensé. Cuando tocaba secarnos hasta las 5 y media, yo me sentaba al rincón para dormir, care palo. Las cortinas eran gruesas y ningún profe cachó. Hasta ahora, si es que alguno llega a leer esto...
EL RECREO TERMINÓ
-Loco, estar en cuarto medio es lo mejor. ¡Se carretea caleta!, dice uno de los niños del curso cuando tocan el timbre para regresar a clases. En mis manos hay un Kapo de naranja que tardé diez minutos en conseguir, porque el quiosco estaba lleno.
Entra la profesora de Educación Física. Todos se paran. Fui el último, hasta eso se me había olvidado.
-Buenos días...
-Buenos días profesora- dicen todos a coro.
En eso, la profe mira altiro el feroz sorbeteo que le pego al Kapo.
-Hijo, el recreo terminó.
Avergonzado por el primer reto de mi nueva vida escolar, escondí el Kapo debajo de la silla. No lo iba a dejar dentro de la mochila poh, si no iba a terminar con mi cuaderno de los Simpsons lleno de jugo. A propósito, nunca entendí por qué a mis compañeras del liceo les daba por traer yogur de colación si al final siempre terminaba reventado y con sus cuadernos pegajosos y olor a frutilla. Ah, igual me terminé el Kapo para callado. Perdón profe.
No pasan ni veinte minutos y otra vez el recreo, debido al horario nuevo. En esta pasada se me antojó un completo, pero no había. Cuando iba en la básica, en mi colegio vendían los completos hasta por mitades. Por mitades poh loco, a $150 la mitad. Con un "konga" (bolsa de jugo sintético de sabor indescriptible), la colación salía 200 pesos. Acá me conformé con unas gomitas ácidas.
-¿Y esa te costó mil pesos?- le pregunto al amigo de la banda de metal, cuando veo el tamaño de un sándwich que compró.
-Cacha, tiene puro queso poh- se queja. Entramos a clase.
La profesora de Historia nos advierte que este año ya no se pasará Historia de Chile, sino que se centrará en la Educación Cívica. ¿Qué les dice la palabra "cívica"?, nos pregunta a todos.
-Ehhh, ciudadano- dice uno.
-Civil, dice otro.
La profe va escribiendo en la pizarra los temas que se tratarán este año. Régimen político y constitucional, Ser ciudadano en Chile, Chile en un Mundo Global, y el Mercado del trabajo y la legislación laboral. La compañera de más adelante pide mi cuaderno para anotar.
Una vez hace una brillante explicación de los casos Penta y Caval ("¿Kabal?, ¿el mono del Mortal Kombat?" dice uno), la profesora introduce el tema que tratará durante el resto de semestre.
-¿Quién tiene 18?- pregunta.
Sólo el compadre de la banda levanta la mano. Yo no puedo, si tengo 17 y cumplo la mayoría de edad en julio. La profesora explica que ahora, el niño de la banda es un ciudadano, y todos lo seremos cuando tengamos 18. Eso nos dará deberes y derechos, y la posibilidad de votar.
Suena nuevamente el timbre y es hora de retirarme del colegio. Cumplí mi sueño de volver a cuarto medio, y de reír junto a compañeros nuevos que me aceptaron en un rato. De hecho el compadre de la banda me invitó a una tocata el fin de semana. Así de buena onda.
Espero no se enojen por haber disfrutado de nuevo ser uno de ellos, sin complicaciones, sin tontos graves de universidad, sin la lata de ser mayor, porque de verdad, qué lata tener 23. Alcancé a despedirme de un compañero, eso sí.
-Hasta mañana, bro. J
Sólo un par de directivos del ISCA sabían que sería alumno por un día del liceo. La idea, es que fuera lo más normal posible, porque si alguien sabía que era periodista, no iba a poder dimensionar realmente el primer día de clases. El fotógrafo llegó antes del recreo, con la excusa de tomar fotografías del inicio del año escolar. Cuando nos fuimos, la señora de la portería no me creyó tampoco que no era alumno del liceo. Igual es bacán parecer tener 17, ¿o no?
l Ignacio Araya Chanqueo