Se supone que tras las lluvias de marzo, el mágico proceso del Desierto Florido en los cerros del norte de Antofagasta no iba a durar más allá de septiembre. Pero volvió a caer agua, y los brotes verdes se pueden ir incluso antes de llegar a la Quebrada de la Chimba, donde está concentrada la presencia de flores y arbustos.
El problema, como siempre, es la mano el hombre. Si bien primero era el devastador paso de automóviles encima de las plantas, hoy es un derivado de su obra: las bolsas plásticas. Levantadas por acción del viento desde el mismo vertedero de La Chimba, las bolsas llegan a los cerros y ahí se quedan, enredadas.
"La Estrella" visitó el sector y el aspecto que luce el que debiera ser uno de nuestros orgullos naturales es lamentable. Los plásticos ya ni siquiera están confundidas entre las plantas, porque acá hay cientos de bolsas, si es que no miles. Lo peor, es que tienen un efecto grave sobre la frágil flora de nuestra comuna. "Cuando se enreda con el viento, se agarra de los arbustos y los cactus, y con el movimiento del viento, la bolsa termina rompiendo los brotes, matando al vegetal", explica el biólogo y profesor de la Universidad de Antofagasta, Carlos Guerra.
El profesor Guerra visita normalmente las quebradas ocultas entre los cerros de la capital regional, pero no ha visto aún el triste cementerio de bolsas en La Chimba. Lo peor, es que el peligro de las bolsas va más allá. "El segundo tema que está emergiendo a nivel mundial son las micropartículas plásticas", cuenta don Carlos. Eso quiere decir que los plásticos no necesariamente se degradan, sino que se van rompiendo en pequeñas partículas, del tamaño similar a un grano de arena.
Ya en el suelo, las micropartículas son capaces de adherir a ella algunas sustancias peligrosas como metales pesados. "Entonces son ingeridos por los seres vivos, por los gusanos, por los insectos, y que pueden viajar con los vientos con sustancias que son dañinas por el medioambiente", dice el profesor. J
Cuando recién apareció el Desierto Florido por nuestros cerros, cientos de antofagastinos se agolparon a visitarlo, sólo que lamentablemente en automóvil. Arrasaron lo que pillaron, hicieron caminos por su cuenta y al final los visitantes terminaban viendo huellas de vehículos. El paso de jeeps y camionetas evitan que las flores sean fecundadas por los polinizadores, impidiendo el proceso de desarrollo en semilla. Así, la maravillosa experiencia del desierto verde termina por desaparecer bajo las manos del hombre.
Ignacio Araya Chanqueo