"Quiero volver a Siria, pero no a hacer guerra"
En una pequeña pieza de un cité ubicado en la avenida Colón de la ciudad Puerto, nos recibe Omar Kdiemati, un hombre de 60 años, quien viajó desde Siria en 1985, enviado por el Gobierno de su país, para que así pudiera desarrollarse como profesional difundiendo la cultura y el idioma árabe a la colonia que reside en éstas tierras lejanas.
Pero sus últimos años de vida en Valparaíso, no han sido nada fáciles para él. Hoy vive completamente solo y sumido en la pobreza que le fueron generando sus múltiples enfermedades, las que al mismo tiempo le desencadenaron una fuerte depresión.
ETERNA AÑORANZA
Es por eso que, hace ya algunos años, su única añoranza ha sido volver a su Siria natal, sin importar la guerra y el complejo contexto político-social por el cual atraviesa el país árabe. Razón por la que miles de sus compatriotas buscan desesperadamente un refugio en países extranjeros.
Aún así, nada hace cambiar la determinación de Omar, quien hace unos tres años viene apareciendo en distintos medios de comunicación para dar a conocer su historia de vida y las razones que lo hacen desear volver a su país de origen con todas las fuerzas de su corazón.
Parece curioso que mientras el pueblo de Siria busca la forma de salir del país, Omar Kdiemati se ha pasado los últimos años buscando la forma de regresar.
Y es que las cosas no han resultado como él esperaba, hace años que ya no cuenta con un trabajo estable y ya no tiene contacto con la familia que un día formó en Chile.
Atrás quedaron los años en que era maestro de la Universidad de Playa Ancha, en la Universidad de Chile, y en distintos colegios. En el año 1998 la vida de Omar comenzó a ponerse cuesta arriba, se le declaró una grave enfermedad al corazón, diabetes, hipertensión, entre otros problemas de salud.
En 2011 la guerra en Siria lo hizo recurrir a la ayuda de distintos organismos internacionales como la ONU. Hasta que finalmente pudo volver a Chile, pero la vida aquí ya se había vuelto hostil para un extranjero, refugiado, solo y muy enfermo.
Manteniendo su acento árabe, explica la compleja situación que esta viviendo. "Enfermé gravemente de presión arterial y tuve que jubilar por temas de salud. De hecho, esta semana acudí al hospital porque sufrí una grave descompensación", comenta mostrando una bolsa plástica, llena de recetas médicas y cajas de remedios.
TRISTE REALIDAD
Kdiemati costea sus gastos gracias a una pensión de invalidez que le otorga el Estado, pero el dinero se le va en puros remedios así que cuando su salud se lo permite vende cachureos en la tradicional Feria de las Pulgas, pero hace unos meses Carabineros de Valparaíso le cursó un parte que aún no ha podido pagar. Aún así, y aunque la salud le juegue completamente en su contra, Omar reconoce que lo único que quiere es ayuda para trabajar y juntar el dinero suficiente para costearse un pasaje que lo lleve de vuelta a Siria para siempre.
"Porque no es lo mismo pasar penas lejos de tus tierras que en ellas. Aquí estoy súper mal, ya no tengo nada qué hacer acá. Como sea yo no voy a la guerra, han muerto muchos familiares mientras estuve allá y también estando acá, y el dolor es el mismo", dice.
Omar, no tiene ni un peso para comprar su pasaje. Con suerte puede comprarse los remedios que lo mantienen con vida, y hay días que no tiene ni para comer.
AÚN ESPERA AYUDA
Su aparición en algunos medios hace ya un par de años, permitió que gente de la colonia árabe radicada en Chile, lo contactara para ofrecerle ayuda a través de trabajo. En ese entonces Omar aceptó, pero según él pronto comenzaron a enmendarle tareas fuera de lo acordado y sin recibir pagos extras por su trabajo, así que los dejó.
"Entre el 2012 y 2013 salí en los diarios. De inmediato aparecieron personas ofreciéndome su ayuda para comprarme el pasaje, pero aún no pasa nada", asegura subrayando que "si yo tuviera plata ya me habría vuelto a Siria, quiero pasar mis últimos años con los hermanos que me quedan vivos allá. No me interesa la guerra, ni un lado ni el otro, ni el Gobierno. No me interesa", asegura mientras bota el humo de su cigarro.
Para este hombre sirio, su pueblo ha sido víctima del poder de las manos extranjeras. Está consciente del sufrimiento y la destrucción de su país, pero eso le da más fuerzas y ganas de volver a estar cerca de su gente.
ESPERANZA DE VOLVER
"Estoy cien por ciento seguro de que quiero viajar, muchos pueden pensar que estoy loco, pero el conflicto armado en Siria le ha dado a muchos la oportunidad de tener una mejor vida, a pesar del sufrimiento. Para mí es lo mismo, sólo que yo ahora estoy del otro lado. Mi única esperanza y mi único deseo es volver", afirma convencido Omar.
Y agrega: "si no me consigo la plata, si no me ayudan a conseguir un pasaje, voy a tratar de trabajar, pero casi todo lo que tengo y alcanzo a reunir debo gastarlo en remedios. No pierdo la esperanza, pero si ya no se puede de ninguna manera, lo único que pido es un trabajo para juntar la plata".
Tras varios intentos por juntar el dinero que necesita para comprar su pasaje, Omar no ha conseguido mucho.
Ha pegado anuncios por todo Valparaíso ofrecido realizar clases de árabe, pero las pocas personas que han llamado piensan que son clases de danza árabe o simplemente nunca llegan a sus clases de idioma. Entonces todos sus esfuerzos parecen vanos.
Esa misma esperanza de Omar, es la que ve su amiga y vecina Laura, la única persona que lo conoce de cerca y quien le tiende una mano cada vez que puede, incluso se preocupa cuando él no tiene qué comer.
Ellos se conocieron hace más de 10 años, cuando Omar se ganaba la vida arrendando piezas y tenía una situación muy distinta a la de hoy.
"Hasta el momento él ha tenido dos oportunidades serias de trabajo, pero le ofrecen una cosa y después le terminan pasando otra. Le ofrecieron hacer clases de árabe, pero después querían que hiciera también de portero y por la misma paga. En otro trabajo estuvo de nochero, pero ni siquiera le pagaban el sueldo mínimo, entonces así jamás va a poder juntar para el pasaje", cuenta Laura, quien además tiene un hijo autista y es artesana, pero aún así se preocupa por Omar a quién considera muy buena persona.
"Él acá no tiene el apoyo que realmente necesita, allá en Siria por lo menos tiene a su familia. Acá incluso le sacaron un parte por estar vendiendo en la feria. Yo conozco a don Omar hace más de diez años y él no vivía así en estas condiciones, su situación ha empeorado producto de una gran depresión", concluye Laura. J