La vida después del infierno
Hace un año, cuarenta familias perdieron todo en el incendio que arrasó con el campamento Luz Divina 6. Hoy, con una biblioteca y hasta un plan de manejo de extintores, los vecinos reubicados cuentan cómo se volvieron a organizar.
"Ahora nos van a ayudar. Después de toda esta tragedia, ¿tenía que pasar esto para que nos ayudaran?"
La frase anterior cumple hoy exactamente un año. La dijo Luisa Gutiérrez, entonces encargada del campamento Luz Divina 6, en el sector de La Chimba de Antofagasta. Estaba sentada en una piedra rodeada de cenizas y humo, restos de lo que hasta hacía unas horas era su casa. Esa noche del 20 de noviembre de 2014, un violento incendio consumió en cosa de minutos las cuarenta casas que componían el campamento.
Ese día, 125 personas quedaron sin casa. Quizá algunas cosas se pudieron haber salvado, pero el problema más dramático de los campamentos siempre ha sido la falta de agua. Por entonces el camión aljibe repartiendo el líquido pasaba sólo de vez en cuando, y lo poco que tenían en sus tambores debían comprarlo. Los mismos vecinos contaban que a veces, les vendían hasta agua que botaban de las piscinas. Con lombrices, incluso.
Es mediodía y donde estaba el Luz Divina 6 ahora se asienta el campamento "La Quebrada". El orden de entonces, que incluía una pequeña plaza con columpios para niños, desapareció. Ahora, donde alguna vez vivieron cuarenta familias, están edificadas dos manzanas de casas cerradas con latón y calaminas. El Luz Divina 6 se reconstruyó unos metros más hacia el norte, inicialmente con las mediaguas que por entonces levantó el Techo junto a voluntarios del Ejército.
A punto de salir para ir a trabajar, Fernando Suárez (22) abre las puertas de su casa. Él fue uno de los vecinos cuya familia perdió todo ese 20 de noviembre. Sus padres se vinieron desde Perú a probar suerte en Antofagasta, pero se encontraron con llamas que arrasaron con lo poco que llevaban construido. Fernando, que por entonces vivía en Arequipa, tuvo que venirse por la tragedia.
-Mis papás me trajeron para acá. Después estuve en la casa de una tía, en la esquina, pero allá dormíamos diez familias en una carpa. Estaba muy copado ya.
Los primeros días tras la tragedia estuvieron agitados en el campamento. Las desoladoras imágenes de un barrio donde ni siquiera tenían agua para apagar el incendio dieron vuelta el país. Fue la evidencia más clara que acá, en Antofagasta, el ser una de las ciudades con el mayor ingreso per cápita de Chile era una mera estadística que -a la larga- reflejaba una escandalosa desigualdad. Eso conmovió a muchos y se notó en la ayuda.
Primero llegaron víveres, pero también aparecieron televisores, refrigeradores, sillones. Tras su llegada a Chile, Fernando cuenta que ese reparto fue un desorden, o al menos eso se notó en su familia. A algunos les tocó más, a otros menos. "Una familia que vino encontró a mi papá que estaba sacando tierra. Le dijo 'tengo unas cositas por acá' y llegó un refri, una tele, una cocina", dice. Los militares y el Techo, por entonces, se esforzaban por tener las viviendas de emergencia listas a toda velocidad, mientras el comedor e Iglesia de La Chimba albergaban a muchas familias.
- Es una tragedia que no debiese de repetirse, sin embargo es bueno recordar que las familias viven en contextos de vulnerabilidad y uno de ellos es precisamente no poder acceder a luz eléctrica -cuenta Milko Zenteno, director regional del Techo.-Colgarse de ella es una de las causales de muchos incendios en campamentos, que rápidamente consumen todo debido a la precariedad de las viviendas. No debemos olvidar que vivir en La Chimba es uno de los contextos más crudos que entrega la ciudad.
Organizarse
-Yo creo que se ha ido de las manos lo de los campamentos -reflexiona el padre Felipe Berríos, quien llegó a vivir al campamento un tiempo tras el incendio- Lamentablemente las autoridades se desgastan en peleas entre ellos y poco en responder a necesidades reales de la gente, más que andar respondiendo a los medios- dice.
El nuevo Luz Divina comenzaba a transformarse en barrio cuando el padre Berríos llegó a instalarse junto a las familias que conformaban este nuevo campamento. En ese momento se decidió que las mediaguas no se debían regalar, sino que se vendería al 10% de su costo. Los pobladores fueron pagándolas de a poco.
-La gente está organizada, y la gran mayoría de ellos es gente honesta y de trabajo que quiere proyectarse en la ciudad. No que les den regalos, sino que apoyo- cuenta el padre Berríos.
A un año de la tragedia, la cara del campamento es diferente a entonces. Se crearon pasajes, y las casas quedaron separadas, no pareadas. Cada familia debió firmar un documento en el que se comprometían a no vender ni arrendar. Luego, se logró armar su primer reglamento de convivencia.
-Acá en la población somos bien unidos. De vez cuando hacemos reuniones, para ver lo de la luz o el agua- dice Roxana Tapia, vecina del primer pasaje del Luz Divina 6.
El padre Felipe cuenta que acá prácticamente todos están en un comité de vivienda a la espera de tener una casa definitiva. El problema, es que hay varios que se aprovechan de la posibilidad de estar en un campamento como el Luz Divina. Algunos no deberían estar ahí, piensa.
-La manera de saber si una persona está viviendo en un campamento por necesidad o si está en el campamento porque se está aprovechando de una situación, es saber si está o no está en un comité de vivienda. Debe haber acá un 7 por ciento que no debiera estar viviendo en campamento.
La base del nuevo campamento es la organización. Recientemente, los dirigentes de cada pasaje fueron capacitados para manejar extintores. El problema del agua no se solucionó nunca, porque la gente sigue comprando bidones a los camiones aljibes que pasan por acá. Y en caso de que ocurriese un incendio, las cuadrillas de pobladores están preparadas para controlar el fuego dentro de lo posible, a la espera de los bomberos. El padre Felipe lamenta que haya quienes derechamente no cooperan.
-Hay gente que nos paga las cuotas, y ahí nos gustaría un trabajo más cercano con las autoridades para que nos ayuden con esa gente. Qué se hace con una persona que quiere seguir recibiendo beneficios y no aportar nada...
Extranjeros
Dentro de las 90 familias que actualmente residen en el campamento -que inauguró hace un par de meses su primera biblioteca-, veinte de ellas son chilenas, y el resto lo comparten colombianos, peruanos y bolivianos. Pocos quedan los que aún no están regularizados, y que difícilmente podrían llegar a tener una vivienda definitiva.
-Tal vez uno se puede demorar cuando no se está regularizado, porque no puedes tener una cuenta para un comité de vivienda. Pero si puedes participar para empezar a ahorrar, cosa que cuando llegues tengas todo el ahorro necesario.
El seremi de Vivienda, Mauricio Zamorano, explica que ya existen plazos. 108 familias del Luz Divina 6 se irían al proyecto Altos La Chimba, que durante el próximo año se trabajará en la organización de la demanda. La postulación de proyecto estaría para finales del 2016 o principios de 2017.
-Además, se trabaja con trece familias del comité Hermanos por un Sueño, todos damnificados del incendio, los cuales están considerados para proyecto habitacional en el sector de Los Arenales- cuenta el seremi Zamorano.
Fernando Suárez es parte de esas familias extranjeras que están en vías de regularizarse para ir por una vivienda. Dice que están postulando por la casa, pero a su mamá no la han inscrito, "porque no tiene la temporaria ni la definitiva", explica. Por ahora hay esperanzas, porque a su padre le llegó hace poco la visación de residencia temporaria. Mientras tanto, Fernando cuenta que solo queda seguir trabajando, lograr ese ahorro para la casa definitiva y ojalá nunca más tener que vivir la experiencia de hace exactamente un año, cuando tuvieron que comenzar derechamente desde cero y levantarse, así como lo logró su familia y otras noventa más en el campamento Luz Divina 6.