Richard Alexis Araya Díaz
Entre los bocinazos del mediodía, a la espera de la luz verde de los semáforos de la céntrica intersección de las calles 21 de Mayo con Manuel Antonio Matta, se escucha a lo lejos el tema de Charles Aznavour "La Bohemia". Algo raro, porque el sector no es especialmente utilizado por los artistas populares ni nada parecido. Pese a ello se escucha enigmáticamente la versión en acordeón del cantante francés.
El responsable de condimentar con mejor música la sinfonía de bocinazos es un joven de Puerto Montt. Javier Schneider Espinoza, quien con solo 25 años y un autodidacta de la música, tomó la decisión de buscar nuevas aventuras y encontrar una mejor filosofía de vida. Especialmente conocer todos los lugares que pueda lograr.
En unos días más espera volver a Puerto Montt a compartir con su familia, y desde ahí iniciar una gran aventura. Llegar hasta México, compartiendo su arte musical por Sudamérica.
Antofagasta
De la semana pasada está en Antofagasta, ciudad que le ha llamado poderosamente la atención por "lo carretera".
"Se pasó, acá tienen cualquier onda, me encanta toda su onda, es una entretenida ciudad, mucho ambiente", comenta.
Y cómo no será especial para el que tras llegar se puso a tocar en la calle y de inmediato llamó la atención. Cuenta que lo escuchó un dirigente croata y lo invitó a tocar a una cena de la entidad. "Se acercaron los croatas y me pidieron tocar, yo no sabía para qué y cuando llegué me percaté que era para una cena formal".
Javier lo pasa genial, a través de los viajes ha aprendido a valorar cada lugar en donde está. Hace unos años estuvo tocando en Argentina y en Brasil, en este último país tuvo la oportunidad de convivir el llamado "forro" música típica de los cariocas, donde el acordeón es el instrumento principal.
Con la complicidad de una luz roja, Javier aprovecha de tocar. Incluso toca un tema que es de su autoría, lo cual lo tienen más que orgulloso. Algunos conductores agradecen su música con una moneda, los más solidarios con billetes, mientras que los menos ni siquiera lo miran. Javier toca, se concentra y sigue tocando… la mala onda no le afecta y su sensación de agrado nadie se la va a quitar. Llega el verde y tiene que moverse, pero sigue tocando… Una dama se acerca y le dice, "lo estaba escuchando hace rato… de allá al frente.. muy bonita tu música", mientras le acerca un billete en agradecimiento. Javier sonríe y vuelve a tocar con muchas más ganas.
Familia de artistas
El padre de Javier es un pintor conocido en Puerto Montt, Rubén Schneider. Su abuelo también tocaba el acordeón. Todo eso lo llena de orgullo, como el dice es parte de la magia de la vida que está sintiendo.