Los alcaldes sueñan la Antofagasta de los próximos cincuenta años
En el día en que "La Estrella" cumple medio siglo de vida, hablamos con Floreal Recabarren y Karen Rojo -alcaldes en 1966 y 2016- para hablar de la ciudad, sus habitantes y cómo proyectar el futuro.
Hoy, el diario que usted tiene en sus manos cumple medio siglo de vida. Desde que "La Estrella del Norte" se voceara en las calles en la tarde del 2 de mayo de 1966 hasta ahora, Antofagasta ha visto el paso de los años. Los cien mil habitantes que hacían soberanía en este trozo de desierto a mediados de los sesenta se han cuadruplicado. La ciudad creció hacia los cerros y hoy sigue su curso natural hacia el norte, casi incluso hasta el Aeropuerto.
¿Qué tanto hemos cambiado como antofagastinos en estos cincuenta años y qué nos espera para los próximos cincuenta? "La Estrella" invitó a Floreal Recabarren y Karen Rojo a responder esa pregunta. Ambos alcaldes, ambos parte de la historia de Antofagasta y de este diario.
Construir ciudad
Don Floreal (89) tiene una estrecha relación con los inicios de "La Estrella". Cuando la Sociedad Chilena de Publicaciones y Comercio pensaba en lanzar un vespertino, encomendaron hacer una "edición cero". Ese ejemplar es una muestra de formato y estilo como prueba, pero que nunca llega a los lectores.
Mario Cortés Flores, nuestro primer director, decide poner en tapa de ese primer ejemplar al entonces alcalde Recabarren. La fotografía principal es una imagen suya sosteniendo a su primera hija, María Claudia. "Mira, ahí está", dice hoy el exalcalde, medio siglo tras esa foto, al observarla en la página que publicó este Diario en 1991.
-¿Cómo recuerda la Antofagasta de esos años?
-Los antofagastinos tenían mucho cariño por su ciudad. Tú hacías una reunión para la defensa de tal o cual cosa, y la gente asistía. En esos tiempos, cuando Papic (José Papic Radnic, el "benefactor" de la ciudad) organizó el Centro para el Progreso de Antofagasta. Las concentraciones no bajaban de las dos mil personas y para esa época era bastante. Hablaba un comunista, un socialista, un demócrata cristiano. Todos en común, porque no había partido, eran los intereses de la ciudad.
En ese entonces, la capital provincial no tenía ni agua ni luz continua. La electricidad se apagaba a la medianoche, y Antofagasta quedaba a oscuras hasta el día siguiente. Los barcos debían traernos la comida desde el sur, pero preferían traer toneles de vino. Así, la ciudad se cohesionó para luchar por la Ley de Frontera Libre Alimenticia. "Ahí tuvo por primera vez el sentido de antofagastinidad, de pertenencia", dice Recabarren.
"Hicimos una campaña muy bonita, inventamos un asunto para que la gente nos ayudara a hacer zanjas, porque ahorrábamos plata, y eso servía para otra zanja. Entonces comenzaba la gente a ayudar y llegaba la junta de vecinos. Entre todos colaboraron, hasta los hoyos para hacer postes", dice el exalcalde.
-¿Ve esa "antofagastinidad" hoy?
-No lo veo. Ya no haces una concentración acá, ni siquiera "Este Polvo te Mata".
-¿El antofagastino de hoy se deja estar frente a sus propios problemas?
-Como que no les hieren, como que no les llegan.
A Don Floreal le preocupa la identidad antofagastina. Cree que en el 2066, cuando "La Estrella" cumpla 100 años y haya pasado medio siglo más de escritas estas líneas, Antofagasta va a estar prácticamente unida a Mejillones, pero no logra imaginar cómo será el nortino de entonces. Siente que falta involucrar a la gente con su ciudad. "Y no en un sentido que opine, sino que construya. Que el gallo que tiene un arbolito lo cuide, si tiene una calle pavimentada la cuide", dice.
El futuro
Karen Rojo (35) aún recuerda la dirección donde llegó a vivir a los dos años de edad en la Coviefi: Chumil 01456. Cuando pequeña, la actual alcaldesa estudió en la Escuela F-96 de esa población hasta que en séptimo básico pasó al San Esteban. Es 1994, y Rojo recuerda sus paseos dominicales en el Carillón, fuente de soda y pastelería de esos años. De ahí a la Plaza Colón y al Balneario Municipal. Echa de menos ese tiempo. "Es una ciudad totalmente distinta a lo que está ahora, una ciudad más provinciana", dice.
-Y de esa Antofagasta 'provinciana' de 1994 hasta ahora, ¿Qué fue lo que se hizo para lograr esta ciudad de hoy?
-Yo creo que la llegada de las empresas a la ciudad cambió mucho esa mirada local, permitió hacer un empuje significativo a nuestra ciudad, otros rubros de trabajo que no se veían tan masivos, trabajar en turnos 4x4 o 7x7, nos obligó como antofagastinos a un crecimiento diferente. De ahí las autoridades hicieron lo suyo, pusieron su elemento característico.
-¿Dónde está la antofagastinidad?
-La veo cuando reconocen los espacios públicos, cuando uno inaugura un lugar, una multicancha, una sede social, los vecinos te dicen 'cuando yo era pequeña nos reuníamos con mi abuelita, con mi mamá, compartíamos estos espacios'. Espacios como el Parque Brasil o el Parque Japonés, los hemos tomado en consideración para hacer mejoras, en obras que están construidas pero están deterioradas.
La alcaldesa dice que hay trabajo hecho, pero que aún falta mucho. Un sueño es disminuir la enorme brecha existente por la falta de viviendas en Antofagasta. El municipio, dice, lanzó un programa precisamente para trabajar en esa dirección.
-¿Cómo le gustaría ver a Antofagasta en 50 años más?
-Me gustaría verla unida, sana, que la comunidad quiera mucho su ciudad. Me gustaría que la gente se interesara por lo que tiene, que valore lo que es Antofagasta. Cuando uno está en otro lugar y te hablan de Antofagasta, uno se siente orgulloso de lo que tiene. Eso nos falta, creernos el cuento que Antofagasta es una ciudad bonita, acogedora, dar un buen ejemplo, no botar los papeles al suelo. Así se ve más bonita, más limpia, que de gusto.
