Colectivero estuvo preso por error tras ser acusado de violar a menor de edad
Pruebas científicas comprobaron su inocencia, pero vecino vivió un calvario familiar, personal y social.
Era final de marzo del año pasado, a eso de las 01:45 horas de un sábado cualquiera, cuando el colectivero protagonista de esta historia recogió a una pasajera en el sector sur de Tocopilla y tras dejarla en su destino, no imaginó que este hecho le marcaría su vida para siempre.
Y es que ese día, Alejandro Oyanedel Bugueño tomó a una niña de 13 años en Alto Covadonga quien le pidió la dejara en el norte del Puerto Salitrero. Luego, la menor habría decidido cambiar su destino y exigió que se devolvieran al sur hacia la población Padre Hurtado, donde su pololo. No se vieron las caras ni tampoco intercambiaron palabras. Cerca de media hora duró el viaje y tras dejar a la menor donde solicitó, el colectivero indica que guardó su máquina de trabajo y se retiró a dormir.
La pesadilla
Al día siguiente, balizas policiales y mucho ruido interrumpieron la calma de este antofagastino, con más de treinta años de experiencia en el ámbito del transporte.
Los efectivos de la SIP de Carabineros de Tocopilla traían una orden de detención para él, por el delito de violación cometido contra una niña de 13 años. Al escuchar esas palabras de boca de los oficiales, el mundo para Alejandro se derrumbó, al igual que su familia que no entendía lo que ocurría.
"Fue terrible para mi esposa y mis hijos verme esposado entrando al furgón policial", comenta Alejandro, quien al día siguiente entraba a un tribunal, para sentarse en el banquillo de los acusados.
La Fiscalía lo formalizó por violación impropia, y según cuenta, en esa audiencia lo acusaron de llevar contra su voluntad a esta menor de edad hacia una playa del sector norte, donde supuestamente procedió a violentarla sexualmente para luego abandonarla.
Cada palabra era como una puñalada en el corazón para este colectivero, quien negó todas las acusaciones, pero aun así el tribunal decretó 120 días de prisión preventiva para él, y fue declarado como un peligro para la sociedad. Determinación que provocó un dramático giro en la vida de este chofer que lleva más de 19 años trabajando en Tocopilla.
"Fue una pesadilla (llegar a la cárcel), el miedo, pánico, las cosas que te gritaban. Es irreproducible lo que le dicen a uno ahí", recuerda Alejandro Oyanedel.
Quedó en un pabellón asilado en el Centro de Detención Preventiva (CDP) de Tocopilla, junto a -en su mayoría- condenados por delitos de connotación sexual.
Dos de ellos lo apoyaron desde un principio y le aconsejaron que contratara un abogado particular, el que le costó varios millones de pesos y, por ende, tuvo que vender un jeep de su propiedad para luchar por su inocencia.
"Pensé que era como un castigo de Dios", explica el colectivero de 57 años que a los 11 días de estar recluido en el CDP Tocopilla fue dejado en libertad, ya que el peritaje realizado a la niña en el Servicio Médico Legal de Calama comprobó que no había perfiles o rastros de él, que sean atribuibles a una violación en la menor.
"Fue una pesadilla interminable, esos 11 días que pasé en la cárcel fueron una eternidad. Nadie, ni a mi peor enemigo se lo deseo", reflexiona.
Alejandro, quien terminó con medidas cautelares de arresto domiciliario y un año de firma semanal en Carabineros, asegura que no siente rencor hacia la niña, ni para la justicia que lo "condenó" socialmente.
Actualmente sigue en su colectivo y ya no trabaja por las noches para la tranquilidad de su familia, que nunca dudó de su verdad.