Cartas
Trasplantado hepático
Señor director:
Escribo esta carta a mi nombre y al de mi familia para dar las gracias por el apoyo que me han dado durante todo este tiempo. Al doctor Sergio Ledezma y la señora Irene Stavros del Hospital Regional de Antofagasta. A mis compañeras y compañeros de trabajo de la Municipalidad de Antofagasta, y sobre todo a la alcaldesa Karen Rojo.
Esta historia me la contó mi hijo, y quiero compartirla.
El águila es un ave que vive dos vidas. Esto ocurre más o menos así: al envejecer el águila pierde la habilidad de cazar. Sus uñas dejan de agarrar sus presas, su pico se curva, y sus alas se vuelven pesadas. Entonces debe tomar una decisión, abandonarse a su muerte, o enfrentar un doloroso proceso que durará cinco meses. Este consiste en que el águila debe volar a lo alto de una montaña, para refugiarse en un nido próximo a una pared. Allí, debe golpear su pico hasta conseguir arrancarlo. Una vez amputado, tendrá que esperar que crezca uno nuevo con el que deberá arrancarse las uñas y las plumas. De lograrlo, renacerá en una nueva vida.
Por un momento llegué a pensar que no había solución a lo que me estaba pasando. Creí que aquí se acababa todo, y que debía aprovechar el tiempo que me quedaba. Me había resignado.
Sin embargo, gracias a mi familia, a mis hijos, a los doctores que me trataron y a ustedes, al cariño y al apoyo incondicional de todos, entendí que tenía que dar la pelea. Que esta batalla había que lucharla, por mí, y por todos quienes están conmigo. Fue en ese momento en que empecé estrictamente el tratamiento, los papeles, y por una fortuna que desconozco, porque en Chile es difícil conseguir ser trasplantado, hubo un donante.
La batalla después de la operación fue dura y ardua para salir adelante. Fue casi un mes y medio en la UCI y otro mes en la UTI, pero ahora estoy aquí para decir que no me alcanzará la vida para agradecer esta nueva oportunidad que quiero aprovechar con mis hijos y mi familia, pero y sobre todo, siendo feliz.
Gracias, muchas gracias de corazón. Sobre todo a la familia del donante que sin su gesto yo no estaría acá escribiendo esta carta.
Ojalá que existan más donantes que puedan dar vida personas que más necesitan una esperanza. Crean en los milagros, existen realmente y somos todos nosotros los que podemos realizar estos milagros de vida que se concreten.
Sean donantes.
Sergio Cepeda Navarrete
