Lorena Pereira Molina
Una de las mejores, por no decir la mejor evaluada a nivel nacional, resultó la residencia "Casa Amor y Vida" de la Corporación Laureles de Antofagasta.
Esta residencia, que lleva diez años en funcionamiento, fue inspeccionada hace unos días por el Ministerio de Justicia y el Servicio Nacional de Menores (Sename) para detectar posibles factores de riesgos para los mejores que quedaron en evidencia, en muchos centros y hogares, tras el lamentable fallecimiento de la pequeña Lisette Villa de 11 años en abril pasado en Santiago.
A raíz de este caso y otras denuncias, ambos organismos están fiscalizando todas las residencias de menores con medidas de protección para velar y resguardar su integridad y seguridad.
En este marco, según explicó Dánisa Flores, directora del Centro Amor y Vida, esta residencia cumplió todo no sólo en el papel, sino en infraestructura, educación y apoyo, entre otros factores, en la revisión realizada recientemente por Justicia y Sename.
¿Pero qué la situó entre las mejores del país? Su programa de Salud, que incluye médico y enfermedad de planta para una supervisión permanente de sus 39 menores residentes, modelo pionero que después del caso de la pequeña Lisette debe replicarse a nivel nacional.
Además, según Flores, esta residencia cuenta con un innovador proyecto de Seguridad, que trabaja con los menores a través del relato de cuentos y adaptación de señalética para enfrentar, por ejemplo, evacuaciones por incendio y tsunami.
También cuenta con el apoyo de la agrupación de voluntarios "Acúname", cuya misión "es acunar y cuidar a los niños, ayudarlos a comer, darle masajes, cantarles", explicó Patricia González, gestora de la Corporación Laureles de la que depende esta residencia y esposa del ex intendente Jorge Molina. Este voluntariado trabaja hace sólo un mes con los pequeños y lo preside la matrona y ex académica de la Universidad de Antofagasta, Edith Reyes.
La bien evaluada residencia actualmente atiende a 39 pequeños de 0 a 6 años, aunque s capacidad es para 35 pequeños en situación de vulnerabilidad que son derivados por los tribunales de familia como medida de protección y mientras dura el proceso judicial para definir quién o quiénes estarán a cargo del cuidado de los menores.
La mayoría de ellos han sido vulnerados desde el abandono y situación irregular hasta el maltrato y abuso sexual, entre otros, encontrando en esta residencia apoyo individual, familiar, comunitario, educativo y de salud.
35 menores es la capacidad de la plaza de la Casa Amor y Vida.