Cartas
Recuerdos
Señor director:
Cuando llega la primavera salimos a caminar con mi madre por el centro de Antofagasta, terminando siempre nuestro recorrido en la Plaza Colón. Ella todos los años comienza lentamente mirar los edificios antiguos que intenta reconocer con sus cansados ojos tras los cientos de letreros luminosos que cubren sus antiguas fachadas, y que le dan vida a un nuevo centro multicultural en Antofagasta. Mi madre levanta su cabeza lentamente como intentando buscar un amiga o amigo parado en alguna de estas fachadas antiguas y elegantes, fachadas que parecen reconocer a esta vieja antofagastina que venció el cada vez más helado invierno nortino y celebró su cumpleaños en agosto. Creo que en este paseo que me exige todos los años, ella tal vez busca en esta fecha reencontrarse con su ciudad querida de toda su vida, una ciudad que ha caminado y recorrido por más de 94 años. Con su memoria intacta reconoce cada edificio y me cuenta pedagógicamente que cada casa y tienda de su época tenían un apellido, una familia que los habitaba, unos vecinos que atendían amablemente al ciudadano cuando llegaba a comprar y lo llamaban por el nombre, preguntaban por la familia y daban crédito si era necesario para que en el hogar humilde no faltara lo esencial. Eso parece haberse ido definitivamente en favor del tan mentado progreso y sin lugar a dudas la señora Julita le echa de menos a esos tiempos idos en que la pequeñez de la nobel ciudad daba paso a la familiaridad de sus habitantes.
En ocasiones a modo de queja y reproche me dice "Ricardo, ya no conozco a nadie en esta ciudad. Tanta gente caminando por el centro y yo sin poder conversar o saludar a nadie". Tiene razón y muchos antofagastinos viejos me han dicho lo mismo. Y tienen razón, necesitamos saludarnos, reconocernos como antofagastinos, todos, sin excepción, como continuadores de nuestros primeros pobladores ancestrales y de los fundadores de la chilenidad en la construcción permanente de la más grande e importante ciudad del norte de Chile.
Si para nosotros que recorrimos nuestras calles siendo niños en los años '70 u '80 esta ciudad cambió, me imagino para alguien que la recorrió a fines de los '20 y '30. Mi madre recuerda con nostalgia las tardes en que la ciudadanía de la Perla del Norte se reunía en las bancas y caminos de la Plaza Colón a disfrutar de una primavera naciente, un verano caluroso o un invierno u otoño benevolente con el antofagastino. Allí en este lugar se encontraban los habitantes de una ciudad pequeña y luchadora que le ganaba a las adversidades del desierto.
Ricardo Rabanal Bustos