El Norte Grande llora la partida de uno de sus poetas: Jim Olmos
El recordado columnista de este Diario pasó sus últimos días en el Hogar de Cristo de Santiago.
Redacción - La Estrella de Antofagasta
Con profunda tristeza los antofagastinos, calameños, los nortinos, recibieron la noticia del lamentable deceso de unos de sus poetas, Jim Olmos Adriazola, quien vivió sus últimos días en absoluta pobreza y abandono.
Su fallecimiento ocurrió la noche del lunes pasado en Santiago, luego de sufrir una fuerte neumonía. Hace un tiempo estaba radicado en esa ciudad y vivía en el Hogar del Padre Hurtado, donde lo visitaba su hijo Óscar Mario.
Antes de ello y después que su casa se incendiara en una villa del sector Peña Blanca estuvo en el Hogar de Cristo de Antofagasta.
Si bien en el último tiempo Jim Olmos vivía prácticamente como un ermitaño y rodeado por las cosas que acumulaba por el Mal de Diógenes, siempre estuvo presente en el ambiente literario donde era querido y apreciado por su particular pluma.
Por eso su partida causó pesar entre los miembros de la Asociación Gremial de Escritores del Norte (Asen), en Calama, Chuquicamata y amigos del ex Liceo de Hombres de Antofagasta.
Nancy Monterrey, escritora de esta agrupación, fue quien dio a conocer la lamentable noticia y lo recordó a través de lo que escribió de él en el 2009, el periodista y escritor Rodrigo Ramos: "A diferencia de Rivera Letelier, Jim no le pegó el palo al gato. Quizás le faltó más poesía, o haber descubierto antes a Arjona. El bueno de Jim quedó ahí, en el camino, viviendo con una mísera pensión estatal, caminando a diario, viendo desde la otra vereda y desde un basurero cómo Rivera Letelier toma café y firma libros, pero lo mejor de todo es que sigue escribiendo y bien".
Su pluma y paso también dejó una huella profunda en este Diario, donde fue columnista e hizo innumerables colaboraciones al igual que en El Mercurio de Antofagasta.
En los últimos años su pluma, aguda y afilada se escondía en medio de los miles de objetos que almacenaba de manera compulsiva. Y a pesar de su deteriorada salud mental, la genialidad de su mente se mantenía intacta, al igual que su literatura rebelde y amorosa.
Jim Olmos, alguna vez, escribió "los niños vienen en tamaños, pesos y colores surtidos. Se les encuentra donde quiera: encima, debajo, dentro, afuera, trepando, colgando, corriendo, saltando. Las mamás los adoran, los hermanos mayores los toleran, los adultos los desconocen y el Cielo los protege.
"Un niño es la verdad con la cara sucia, la sabiduría con el pelo desgreñado, la esperanza con una rana en el bolsillo. Un niño es una palabra mágica. Usted puede cerrarle la puerta del cuarto de las herramientas, pero no la puerta de su corazón. Puede echarlo de su estudio, pero no puede cerrarle la puerta de su mente. Todo el poderío suyo se rinde ante él porque él es su carcelero, su jefe y su amo... él, un manojito de ruido. Pero cuando usted llega a la casa por la noche con sus esperanzas y ambiciones hechas pedazos, él puede remendarlo todo con dos palabras mágicas: ¡Hola, papito!"...
Aunque las últimas imágenes de él son deambulando en las calles de la ciudad con su carro de supermercado, con el pelo y la ropa sucia, todos los que lo conocieron lo recordarán por su especial pluma, sus escritos, sus poesías. Adiós Jim Olmos, adiós poeta antofagastino.

