Ignacio Araya
Elisa Soza estaba ese día en el altiplano, a medio camino entre Toconao y Tambillo, pastoreando unos animales, cuando de pronto vio de lejos el humo. Fue tan grande lo que se vio ese 19 de abril de 1993, que hasta ahora ha sido considerada como la erupción más importante registrada en el norte del país. "Se formó muy alto, como que iba a caer arriba de uno, pero para nosotros estaba muy lejos", cuenta la que hoy es presidenta de la comunidad de Talabre, el pueblito más cerca del volcán, ubicado a 17 kilómetros de sus faldeos.
Como se sabe, el volcán no provocó una tragedia con su carga de cenizas y humo que se calcularon entonces en 10 mil metros de altura. Los vientos, que van hacia el este, empujaron la columna de humo hacia Argentina. Tan fuerte fue, que incluso el 22 de abril los habitantes de Curitiba, en Brasil, amanecieron con sus tejados y automóviles cubiertos con una capa de polvo gris.
Cumplido un cuarto de siglo desde la impresionante erupción, en Talabre aún están preparados por si llegara a ocurrir algo parecido. Si en 1993 veinte habitantes pudieron evacuar del pueblo, hoy las 60 personas que viven ahí podrían salir sin problemas. "La mayoría tiene su vehículo", dice Elisa Soza. "Si llega a pasar algo grave, tenemos que movernos con los vecinos, salir del pueblo y evacuar nosotros mismos", explica.
En el pueblo, dice la presidenta de la comunidad, tienen un trabajo con Sernageomin y la Universidad de Antofagasta para definir zonas de evacuación que ya está aprobado, pero sólo falta ejecutarse. "El volcán para nosotros es como nuestro amigo, porque al final, sabemos cuando él se enoja", dice Soza.
Monitoreo
Si bien los habitantes del pueblo están pendientes de la alerta amarilla que tiene ahora el volcán (ver recuadro), hay ojos que lo monitorean todo el día, miles de kilómetros al sur. En Temuco funciona el Observatorio Vulcanológico de los Andes del Sur (OVDAS), a cargo de Sernageomin. Allá se vigilan 45 volcanes de todo el país, uno de ellos el Láscar.
"Cuando se registra una anomalía sísmica, el equipo de trabajo la analiza y decidimos si es pertinente subir de alerta verde a amarilla al volcán. Lo que pasa con el volcán Láscar es que está teniendo un sismo diferente al habitual", explica Inés Rodríguez, geóloga y encargada del Observatorio Vulcanologico del Altiplano PUNA. De ahí, esa información se pasa a Onemi, quienes son los primeros en saber lo que ocurre para tomar los pasos a seguir.
¿Hay preparación de la gente con respecto a las emergencias que puedan producir nuestros volcanes? El geofísico Cristián Farias piensa que hay poco entendimiento con respecto a ellos, porque por ejemplo, los que más saben del Láscar son los que viven cerca, como los habitantes de Talabre. "Uno debe estar consciente de lo que te dicen las autoridades. De lo que diga la Onemi y el Sernageomin, si dicen que hay que evacuar para tal lado, hay que hacerlo", dice el científico.
En ese sentido, Farías agrega que falta tener mejores alternativas de divulgación científica para que las personas sepan lo que hay que hacer. "Cuando hablemos de volcanes, no los vendamos como algo terrorífico", reflexiona el geofísico.
UN GIGANTE QUE NO DUERME
Se estima que los primeros depósitos piroclásticos del volcán Láscar datan de hace unos 250 mil años. El volcán tiene dos conos irregulares donde hay seis cráteres, de los cuales el central se encuentra activo. En el 93, los flujos piroclásticos llegaron a cerca de diez kilómetros hacia el norte y el sureste, y sobre sus peligros, sólo en un caso extremo la erupción podría llegar a Talabre, según un documento de Sernageomin. "Es un volcán súper explosivo y eso significa que no es un volcán como el Llaima, que solo tiene un par de ríos de lava, sino que tiene el potencial para tirar explosiones súper grandes de 20 kilómetros de columna de ceniza para arriba", explica el geofísico Cristián Farías.
ignacio.araya@estrellanorte.cl