Rodrigo Astorga: "No quiero que la droga se lleve a niños con potencial"
Hace poco más de tres años comenzó un sueño que tiene un objetivo claro y que espera concretar en el corto plazo, convertir a su Correvuela en un equipo de la Tercera División, identificado no solo con la ciudad sino que con el trabajo.
Rodrigo Astorga tiene 36 años y desde niño que vibra con lo que todos conocemos como pasión de multitudes.
Y fue precisamente en medio de esa multitud, que nació también sus ganas de convertir este fanatismo en una acción social.
Siempre sintió que a través del fútbol podía rescatar a niños que por cosas del destino se veían en medio de la tentación de la droga.
Todo comenzó hace al menos dos años como una necesidad personal. Se juntó con el ex jugador de Cobreloa Marcelo Corrales y comenzaron a generar instancia para compartir con sus hijos a través del fútbol.
"La verdad parte porque todos teníamos hijos y a todos nos gustaba la pelota. La idea era juntarnos con los papas para jugar con los cabros chicos", comenzó explicando.
Pero esta idea entre amigos fue creciendo más rápido de lo que ellos mismos pudieron imaginar.
La semana siguiente ya estaban sus hijos y sus amigos. Luego los amigos de sus amigos y así esto se convirtió en una gran iniciativa sociodeportiva.
"Te das cuenta que no todos los amigos de los amigos tienen los mismos recursos y empezamos a ver que habían niños que llegaban con zapatillas normales, que eran las de educación física, la misma que es para la calle para el cumpleaños y para salir. Y dijimos, comprémosle y compramos", comentó.
Así se corrió la voz de esta verdadera intervención, que generó que muchos niños en un comienzo llegarán motivados por "el tío que regala zapatilla", sin embargo se fueron quedando porque encontraron mucho más que eso.
Descubrieron un mundo donde no importaban de dónde venían o qué tenía o no sus padres, entraban a la cancha y todos eran solo niños con ganas de correr tras un balón y disfrutar con algo tan sencillo como jugar fútbol.
"Marcelo Corrales es mi compadre que me acompaña en todas estas locuras. Empezamos a darle y se nos fue de las manos, se nos desbandó. Ahora tenemos 250 niños diferenciados en cuatro categorías. Jugamos en la Afucal de Calama en la 23 de Marzo".
Aquí no hay grandes auspiciadores ni nada que se le parezca, solo un joven calameño con ganas de aportar un granito de arena a través del deporte.
La mayoría de los fondos salen de su bolsillo o de sus amigos. Aunque siempre hay alguien que también quiere ayudar.
"En nuestras filas no queremos ni a Messi, ni a Ronaldo ni a Ronaldhino. Queremos tener a niños con valores. Todo lo hacemos con lucas de nuestro bolsillo y el amigo de amigo que tiene una empresa chiquitita que te regala un aporte, otro que trae cinco litros de agua", relató.
Sabe además que no solo rescata a niños de la droga o el alcohol, sino que también colabora con su salud.
Ve en esta alternativa una forma de sacarlos del sedentarismo. De activarlo y hacerlo dejar de lado un rato el play station y que jueguen.
Es que para este profesional de la salud, convertido hoy en el profe del Club Atlético Correvuela, su único interés es ver niños felices. Una sonrisa hoy se ha convertido en el mejor de sus pagos.
"Nosotros por ejemplo nos juntamos a hacer un asado de vienesas solo para juntarnos con los cabros chicos y de esos siete días que están a la semana, por lo menos que dos sean tratados como niños y eso es lo que nos proyecta, nos gusta, estamos como tranquilos".
Aunque no se siente como tal entiende que para sus niños, él se ha convertido en un verdadero superheróe. Sabe que es una tremenda responsabilidad pero la asume con alegría y el compromiso de hacer que eso sea duradero en el tiempo.
"Me mueve el corazón, saber que uno pasa a ser una influencia positiva, que te vean como Superman cuando con suerte eres el Chapulín Colorado, eso me llena, me deja con mis valores súper arriba", confesó.
Uno de sus ejemplos fue su padre, quien en su época hizo lo mismo con el club Los Tigres de la población Kamac Mayu.
Al igual que Rodrigo él no duda en meterse la mano al bolsillo para comprar lo que fuera necesario para los jugadores.
Pero hace unos meses vivió un gran dolor, que remeció sus bases y lo motivó a trabajar con más ahínco. Mataron a uno de sus amigos, al Davicho.
"Él era drogadicto, pero el mejor amigo de los niños. Cuando fallece, en el funeral los niños lo lloraron, creo que más que los papas. Se fue ese niño que se disfrazaba de adulto. Cuando pasó esto, dije basta, no quiero más Davichos, no quiero ver más niños con potencial me los coma la droga", afirmó.
Y para evitar un final como este, a sus niños también les exige. La única condición para seguir en el club es traer buenas notas.
Quienes no cumplen con este requisito fundamental son castigados. El fin de semana no pueden jugar pero si deben ir a la cancha a colaborar en otras tareas.
Eso los motiva y es sagrado que la semana siguiente llegan con una buena nota y felices de volver a la cancha.
Se han convertido en verdadero apoderados. " A las 11 de la noche nos ha tocado ir a entregar materiales que les faltan, y lo hacemos por eso demuestra la preocupación de ellos de no querer llegar con mala nota", explicó.
Deja claro que acá no quiere competencia, solo quieren niños felices y que en muchos casos rompan la brecha de la vulnerabilidad.
"Que de 250 uno llegará a tocar las estrellas, de jugar una Champions y codearse con los mejores, decir, llegó allá. El trabajo estuvo bien hecho. Tenía la droga al lado por su familia y persevero", comentó.
Hoy tiene un sueño para sus niños y afirma que en corto plazo lo va a cumplir. Quiere ver a su amado Correvuela instalado en la Tercera División.
" Quiero formar un equipo loíno en la Tercera División, jugar con Fernández Vial, con Deportes Ferroviario, quiero que la gente se identifique no con Correvuela, sino que con el trabajo familiar", concluyó Rodrigo.
Desafíos que sabe puede conseguir con el trabajo que viene desarrollando con pasión y sobretodo, con ganas de entregar un mejor futuro a todos sus niños.