Un trabajo convertido en cenizas
Decenas de locatarios despertaron ayer sin trabajo por culpa de las llamas. De a uno, con escolta policial, pudieron ver cómo quedó su local después del infierno. Ahora, esperan pronto levantarse de nuevo.
Un amigo le avisó a Juan Calderón que su puesto de frutas estaba reduciéndose a cenizas. Eran las 3.40 de la mañana y el incendio en la Vega Central ya llevaba una hora devorando todo lo que podía. Era tarde para hacer algo. "La Vega no nos informó nunca del incendio, y tienen los teléfonos de cada uno", decía molesto ayer en la fila de comerciantes que esperaba su turno para entrar a ver lo que quedaba -si es que algo quedaba- de sus locales.
La orden era clara en la entrada norte de la Vega, la única que cerró. Carabineros y Bomberos sólo permitirían el paso de los comerciantes, de a uno, para que vieran el estado de su puesto y sacar lo rescatable. A las 11 de la mañana, de los techos aún chorreaba el agua con el que apagaron el fuego. El piso era una laguna de cenizas. Una mujer, dueña de los locales, ocultaba sus lágrimas debajo de sus lentes de sol mientras miraba el desastre.
Juan Calderón, resignado, dice que sólo está ahí para hacer acto de presencia nomás. "Hay que seguir trabajando no más. No queda otra". Entre la decena de personas que esperan su turno afuera de la Vega, pocas personas hablan. Sólo miran el piso, de brazos cruzados, mientras un funcionario grita los nombres de las personas que van a pasar.
Llaman a la señora Gloria, pero la señora Gloria se siente mal. Está sentada al lado del ingreso norte, colapsada. Un par de bomberos salen en su ayuda, sacan un equipo de primeros auxilios. Calderón dice que no tiene seguros que pudieron haber aplacado el costo. "Estoy pidiendo que me dejen entrar a sacar mis cosas para poder vender. Y lo demás, se bota no más", dice.
La electricidad
"¡Yo no se qué sacan con tanta foto!" se queja un hombre de sombrero, abrigo y bufanda que se queda mirando a los puestos chamuscados, igual que todos los visitantes de La Vega que pasan al lado de los guardias con los que cerraron el paso. En el resto de la feria parece como si no hubiera pasado nada. La palta está a $3.400, los camiones siguen cargando verduras y el puesto de choripanes sigue tal cual. En los pasillos del centro de la feria, sólo el aserrín en el piso advierte del paso de los bomberos. Dos cintas de "peligro" separan a los locatarios que siguen vendiendo fruta con los que ya no pueden venderla porque despertaron sin siquiera un local.
El puesto de abarrotes de Sixto Meza había librado de un incendio antes en el mismo lugar. Entonces, el fuego no fue el problema, sino que el agua con el que apagaron el incendio, lo que hizo que gran parte de la mercadería se perdiera. Ayer, estaba interesado en ver si por último se habían salvado los documentos del puesto.
"Estamos todos con el alma en un hilo. Desgraciadamente es así cuando son locales viejos, de poca mantención, la cosa es así", cuenta, apuntando a las instalaciones eléctricas. "Mire los cables que están a la vista. ¿Esas son las instalaciones para un local?", se pregunta. Meza no ha dormido en toda la noche, pero dice que es lo de menos. Que lo urgente acá es recuperar la pega para los trabajadores que tiene en su local, porque "ellos tienen familia al igual que yo".
Leandro Müller, presidente de la Vega Central, señala que hoy la Vega atiende normal, igual que siempre. "La Vega está acostumbrada a estos problemas y se sale adelante. Además ha habido harto apoyo de las autoridades, tanto del gobierno regional como de la municipalidad", dice.
El seremi de Gobierno, Francisco Salazar, explica que una vez que esté en las manos del Intendente Díaz el informe con los detalles del incendio, se podría hacer un decreto de emergencia productivo. "Este decreto consiste en recursos frescos directos (…) que va en directa ayuda a los locatarios que fueron las personas afectadas, que se quedan sin su fuente laboral. No es de un todo, pero es una ayuda económica que llega directo que nos pueda ayudar en alguna medida a poder levantarse nuevamente".
Angélica Jara, dueña de un puesto de paltas y huevos que también se dañó con las llamas, fue una de las que llegó temprano a escuchar las medidas del intendente. A mediodía aún no podía pasar a su local, pero también habló del tema de la electricidad, porque "varios se enchufaron en una sola parte", pero que su local tenía conexión propia. Ya no importa, al fin y al cabo: está dentro de las damnificadas, pero dice que del esfuerzo de la Vega se puede solucionar luego el problema.
-Se le ve optimista.
-No sacamos nada con achacarnos, así no se puede seguir adelante.
@marlenantofa Q lastima saber del incendio en la vega. Arriba el animo a esa gente y salir adelante con todo @ChrisChiledibus Lamentable pero a nadie debiera extrañarle un incendio de estas proporciones. Una razón más para apurar el mítico traslado de la Vega Antofagasta a un lugar más ordenado y con mejores instalaciones sanitarias y eléctricas
@antofita1
@SEC_cl ,Ya es hora que locales de Vega cumplan con normativa eléctrica ,con schitw por áreas,cables libres de alógenos, SEC Antofagasta debiera revisar todo en ese recinto ,no es el primer incendio en ese lugar .y si se debe clausurar se clausura
@VVBozkurtkiz
Entiendo q había un proyecto para llevárselos a la salida de Antofagasta.
La verdad es q hace muchos años la vega debio salir d ese sector.
@borisbarrera
avisen que esta cerrada la vega de Antofagasta. Pero si esa es la única vega que abre recién en horario PM
Un trabajo convertido en cenizas
Decenas de locatarios despertaron ayer sin trabajo por culpa de las llamas. De a uno, con escolta policial, pudieron ver cómo quedó su local después del infierno. Ahora, esperan pronto levantarse de nuevo.
Un amigo le avisó a Juan Calderón que su puesto de frutas estaba reduciéndose a cenizas. Eran las 3.40 de la mañana y el incendio en la Vega Central ya llevaba una hora devorando todo lo que podía. Era tarde para hacer algo. "La Vega no nos informó nunca del incendio, y tienen los teléfonos de cada uno", decía molesto ayer en la fila de comerciantes que esperaba su turno para entrar a ver lo que quedaba -si es que algo quedaba- de sus locales.
La orden era clara en la entrada norte de la Vega, la única que cerró. Carabineros y Bomberos sólo permitirían el paso de los comerciantes, de a uno, para que vieran el estado de su puesto y sacar lo rescatable. A las 11 de la mañana, de los techos aún chorreaba el agua con el que apagaron el fuego. El piso era una laguna de cenizas. Una mujer, dueña de los locales, ocultaba sus lágrimas debajo de sus lentes de sol mientras miraba el desastre.
Juan Calderón, resignado, dice que sólo está ahí para hacer acto de presencia nomás. "Hay que seguir trabajando no más. No queda otra". Entre la decena de personas que esperan su turno afuera de la Vega, pocas personas hablan. Sólo miran el piso, de brazos cruzados, mientras un funcionario grita los nombres de las personas que van a pasar.
Llaman a la señora Gloria, pero la señora Gloria se siente mal. Está sentada al lado del ingreso norte, colapsada. Un par de bomberos salen en su ayuda, sacan un equipo de primeros auxilios. Calderón dice que no tiene seguros que pudieron haber aplacado el costo. "Estoy pidiendo que me dejen entrar a sacar mis cosas para poder vender. Y lo demás, se bota no más", dice.
La electricidad
"¡Yo no se qué sacan con tanta foto!" se queja un hombre de sombrero, abrigo y bufanda que se queda mirando a los puestos chamuscados, igual que todos los visitantes de La Vega que pasan al lado de los guardias con los que cerraron el paso. En el resto de la feria parece como si no hubiera pasado nada. La palta está a $3.400, los camiones siguen cargando verduras y el puesto de choripanes sigue tal cual. En los pasillos del centro de la feria, sólo el aserrín en el piso advierte del paso de los bomberos. Dos cintas de "peligro" separan a los locatarios que siguen vendiendo fruta con los que ya no pueden venderla porque despertaron sin siquiera un local.
El puesto de abarrotes de Sixto Meza había librado de un incendio antes en el mismo lugar. Entonces, el fuego no fue el problema, sino que el agua con el que apagaron el incendio, lo que hizo que gran parte de la mercadería se perdiera. Ayer, estaba interesado en ver si por último se habían salvado los documentos del puesto.
"Estamos todos con el alma en un hilo. Desgraciadamente es así cuando son locales viejos, de poca mantención, la cosa es así", cuenta, apuntando a las instalaciones eléctricas. "Mire los cables que están a la vista. ¿Esas son las instalaciones para un local?", se pregunta. Meza no ha dormido en toda la noche, pero dice que es lo de menos. Que lo urgente acá es recuperar la pega para los trabajadores que tiene en su local, porque "ellos tienen familia al igual que yo".
Leandro Müller, presidente de la Vega Central, señala que hoy la Vega atiende normal, igual que siempre. "La Vega está acostumbrada a estos problemas y se sale adelante. Además ha habido harto apoyo de las autoridades, tanto del gobierno regional como de la municipalidad", dice.
El seremi de Gobierno, Francisco Salazar, explica que una vez que esté en las manos del Intendente Díaz el informe con los detalles del incendio, se podría hacer un decreto de emergencia productivo. "Este decreto consiste en recursos frescos directos (…) que va en directa ayuda a los locatarios que fueron las personas afectadas, que se quedan sin su fuente laboral. No es de un todo, pero es una ayuda económica que llega directo que nos pueda ayudar en alguna medida a poder levantarse nuevamente".
Angélica Jara, dueña de un puesto de paltas y huevos que también se dañó con las llamas, fue una de las que llegó temprano a escuchar las medidas del intendente. A mediodía aún no podía pasar a su local, pero también habló del tema de la electricidad, porque "varios se enchufaron en una sola parte", pero que su local tenía conexión propia. Ya no importa, al fin y al cabo: está dentro de las damnificadas, pero dice que del esfuerzo de la Vega se puede solucionar luego el problema.
-Se le ve optimista.
-No sacamos nada con achacarnos, así no se puede seguir adelante.