Cartas
Día del Bombero
Señor director:
En estos tiempos, donde parece que todos los caminos deben llevar al éxito económico, y donde la capacidad de generar ingresos por nuestro trabajo es el requisito indispensable y fuera de toda discusión cada vez que emprendemos alguna empresa, tendería a demostrar que instituciones cuyo único fin es servir a quienes lo necesiten, sin más propósito que el de ser solidario con el prójimo en peligro, tenderían a desaparecer.
Una de estas instituciones son los Bomberos de Antofagasta, ciudadanos que en forma voluntaria, se han fijado una noble tarea, no ausenta de peligros e incomprensiones que solo mitigará la satisfacción del deber cumplido o la profunda convicción interna del haber dado nuestro mejor esfuerzo por quienes realmente lo necesitan.
Cada cuartel entonces, se transforma en una escuela de fraternidad y respeto, donde con disciplina aprendemos a nuestros viejos tercios las historias de antaño y los secretos del arte bomberil, que algún día no lejano transmitiremos a jóvenes deseosos de aprender la dura profesión del bombero voluntario.
En todo tiempo y lugar, siempre ha sido difícil ser bombero. El norte no ha escapado a esta dura realidad que sumada a la escasez natural del agua, la accidentada geografía de Antofagasta y su desordenada arquitectura, expresada en mil casas grandes de vetusta y resecas maderas, que se rinden al duro sol del norte, entregándole lentamente su humedad como muda ofrenda a su implacable poderío, hacen solo parecer como que una gigantesca confabulación de elementos siempre acechara en torno al trabajo bomberil, haciéndolo más arduo y sacrificado en este norte grande.
Los bomberos de Antofagasta conocemos bien la historia de sus calles y pasajes. Estuvimos aquí mucho antes que ellas cobraran vida, sabemos del crujir de la madera, del misterio de techos oscuros que esconden mil peligros vivos, en notables hogueras nocturnas. Defendimos al puerto en el puerto, a la casa humilde en el cerro más alto y a la tienda elegante en el centro de la ciudad. Jamás hemos hecho distingos, jamás esfuerzos sin corazón.
A lo largo de la historia, los bomberos antofagastinos estuvimos en cada emergencia, respondiendo a cada llamado y cumplimos. Allí están nuestros mártires, Marletti, Varas, Valdés, Soljan, Oyarzún y Olivera para probarlo. Hicieron de su vida un ejemplo bomberil y de su muerte la más suprema de las lecciones de entrega por un ideal de la paz.
Somos una institución que hace historia y da lecciones. Enseña a los hombre sobre sus igualdad, ni débiles ni poderosos, ni instruidos ni cultos, ni ricos ni pobres, solo hombres que sirven a un mismo ideal.
Ricardo Rabanal Bustos
profesor y bombero
