Los vigilantes que hacen todo en la nada
Desde preparar su propio pan a caminar 3 horas para verificar los hitos bajo su responsabilidad es parte del día a día de los carabineros de los retenes Toconce y Tocorpuri.
"El que está de guardia, hace todo." La frase, que responde a la consulta de quién cocinó tan rico, resume la rutina que durante largos 20 días rotan para los quehaceres domésticos los carabineros del Retén Tocorpuri (F)
Y es que para su dotación, ese destacamento fronterizo dependiente de la Segunda Comisaría de San Pedro de Atacama no es sólo su lugar de trabajo: es su hogar, un hogar que por estos días al asomarse a su puerta ofrece como primera postal un cerro cubierto de nieve.
Es mediodía y entre los escasos metros que lo separan de la más gráfica y blanquísima muestra del frío de estos días, sólo está la Ruta B-159. Por ésta, el viento sopla muy fuerte y el resto es silencio.
En medio del almuerzo, un ruido de vehículo los detiene. "Llegaron clientes", dicen riendo. Era una pareja de viajeros que luego de un breve intercambio de información sigue de inmediato su viaje y nuevamente la soledad es la reina del sector. Dentro del retén, en el living -comedor, el almuerzo continúa amenizado sólo con la conversación y un televisor que gracias a la señal satelital que pagan entre todos, los tiene al tanto de cómo va el mundial en Rusia.
En Tocorpuri no hay internet ni otras entretenciones, pero sí una mesa de pimpón, algo a estas alturas difícil de soportar por un ciudadano promedio y que bien podría parecer ser sinónimo de un trabajo muy relajado y que no da mucho qué hacer. Muy por el contrario, al fin del día cuesta entender cómo los efectivos hacen tanto, desde preparar su propio pan hasta vigilar la frontera y sus delitos asociados, teniendo en contra el aislamiento, las condiciones climáticas extremas y la altura.
"Increíble, pero aquí uno termina las horas de trabajar y lo único que quiere es ir a descansar, porque en caso que uno esté durmiendo y golpean la puerta, hay que levantarse; hay que salir. Si encargan un vehículo por robo o la misma gente que queda atrapada en la nieve y hay que ir a sacarla", afirma el sargento 1° Eduardo Valenzuela Basoalto.
No son pocos también los que visitan la zona para pescar truchas, sin avisarles. Luego pasan las horas, la preocupación de sus familias crece porque no retornan y ahí deben partir a buscarlos por todos lados. Eso, sumado a accidentes de turistas que van a El Tatio y se ven sorprendidos por las curvas y la "calamina", también forman parte de sus jornadas.
"No son servicios fijos en horarios, son en distintas horas. Puedes estar saliendo a las 6 de la mañana o las 12 de la noche", acota el sargento 1° Pablo Rojas Astudillo.
Se gana y se pierde
Cinco hitos están ubicados en la zona jurisdiccional del destacamento y visitarlos es algo que exige un buen estado físico. Según el subprefecto de los Servicios de la Prefectura El Loa, teniente coronel Mauricio Lillo Rodríguez, éste es precisamente uno de los requisitos que debe cumplir el personal, como también el que sea voluntario. "Son 20 días que tú te levantas y te acuestas de uniforme. Estás todo el día aquí".
Son 4.224 los metros sobre el nivel del mar los que se terminan echando al bolsillo para patrullar, asistir a quien lo requiera, buscar la leña que les llega a Toconao para la muy necesaria chimenea y hasta ir a la vertiente cercana que los surte de agua. Para beber, eso sí, les llega una partida de Calama y la electricidad es 100% dependiente de un generador que les demanda 20 litros diarios de petróleo.
Ya rondando las 17.30 horas el frío, que el viernes llegó a -20°, se instala y comienza a terminar el día en el solitario retén, que hace poco quedó aislado durante dos semanas. El único "extraño" que comparte los días y las noches con los uniformados es el fiel, pero independiente, "Rifo", un perrito mestizo que hace 2 años les fue regalado por los vecinos de Machuca, el poblado más cercano.
El can definitivamente no le hace el quite a la soledad, la aventura ni el sacrificio. Cumple, así, con lo que parece ser el perfil y más bien la mística de sus "camaradas".
"Acá uno gana zona; uno tiene que ver las perspectivas para la familia. Yo gano en un lado y pierdo en el otro, porque tengo dos hijos de 16 y 9 años, así que estoy viendo el futuro de ellos". Ese es el resultado del suma y resta del sargento Valenzuela sobre su experiencia de ya 4 años en Tocorpuri, la que califica como bonita y gratificante por el tipo de contacto que se genera con la comunidad. A unos pocos años de su retiro de la institución, no duda en decir que espera completarlos ahí, donde tiene su segunda familia.
Sureños que cuidan el norte
Al norponiente, a casi 40 minutos de viaje por tierra está el poblado de Caspana, que al igual que Cupo, Paniri, Turi, Ayquina y El Tatio, es de responsabilidad del Retén de Toconce(F), un destacamento ubicado a 3.330 msnm y donde los sureños son paradojalmente mayoría- 6 de 9 - y el funcionario que más lejos debe llegar en sus 5 días de descanso es de Chiloé.
Un verdadero enigma se abre a quien calcula si realmente se descansa y disfruta en tan poco tiempo, descontando las horas de viaje en avión y por tierra, pero ellos le restan todo dramatismo y dicen que sí se puede. "Viajo en avión hasta Santiago y tomo bus y llego a las 3 de la mañana", relata el cabo 1° Jendri Cares Meliñanco, quien es de Loncoche, padre de tres niñas y viaja a ver su familia con un retorno que comienza a las 22 horas y termina en la tarde del día siguiente.
Retoma, así, su labor en Toconce, donde hoy los habitantes son 28 y las calles son prácticamente de propiedad del silencio y el polvo. "Los fines de semana largos y fechas de fiestas traen más gente al pueblo", explica el jefe del destacamento, suboficial mayor Edgardo Ortiz Rivera.
A cada uno de los pobladores, en su mayoría adultos mayores dedicados principalmente a la agricultura, conocen y reconocen los funcionarios que están a su cargo y que ya comienzan a prepararse para la Fiesta de Ayquina, que se celebra el 8 de septiembre y obliga que la dotación sea reforzada con personal de la Primera Comisaría Calama.
El resto del año, los 9 efectivos cumplen con su pauta de servicios capeando temperaturas de hasta 12 grados bajo cero. Mantener vínculos estrechos con la comunidad, fiscalizaciones de tránsito especialmente para evitar el paso de vehículos robados que pretenden ser sacados del país y velar por la soberanía es parte de su diario quehacer.
Para ello acuden dos veces a la semana hasta los dos hitos, el 76 y el 77, que tienen a su cargo. Sin embargo, "con nevazón no hay acceso, el vehículo no llega al hito y hay que caminar". ¿Y cuánto demora la caminata? Tres horas desde el lugar hasta el que llega el vehículo, responde Ortiz.
Ya van 5 ó 6 años de sequía- recuerda -, pero la última vez que llovió se cortaron los accesos. "Una tarde cayeron 55 milímetros de agua", cuenta el suboficial al repasar sus 9 años en el destacamento que goza apenas de tres horas diarias de electricidad proporcionadas por el pueblo, de 18 a 21 horas, mientras que el resto es tarea de los generadores.
A Calama los carabineros sólo van los lunes, "generalmente a entregar documentación, buscar combustible o a una reunión. Los demás días comienzan temprano, tal como lo hacen los vecinos del poblado, muchos de los cuales han vuelto a pasar allí sus últimos años tras un, a veces, obligado paso por la ciudad.
Las tareas son múltiples para los carabineros y las posibilidades de zafar, nulas. "Con los años uno se va acostumbrando. Todos cocinan, todos hacen pan. Nadie es indispensable... el que llega tiene que aprender", sentencia el suboficial mayor.

