Porteños crean técnica para convertir colillas en útiles objetos
El pionero proyecto, inédito en el país, busca crear desde posavasos hasta artículos de escritorios y marcos de lentes. A fines de agosto estarán listos los primeros productos.
Mirian Mondaca Herrera. - La Estrella de Valparaíso.
Unos pocos metros de caminata en Valparaíso y varias colillas de cigarros aparecen frente a nuestra vista, para recordarnos que lamentablemente no para todos la conciencia ambiental y el bienestar común son conceptos arraigados en su diario vivir. Plaza Aníbal Pinto, Sotomayor, Victoria, parque Italia o subida Cumming, son lugares donde este problema parece estar lejos de erradicarse aún.
Para ser justos, las colillas de cigarros en el suelo son un dolor de cabeza en todos lados. Afortunadamente, existen agrupaciones ambientales u organizaciones sociales que destinan parte de su tiempo a recogerlas, pero existe un grupo de jóvenes porteños que fueron más allá, y crearon un proyecto para convertir este elemento considerado basura en materia prima para la elaboración de diversos objetos y artículos de plástico.
En noviembre pasado la idea apareció en la mente de tres de ellos con una sincronía asombrosa y, luego, sumaron a una diseñadora para dar forma a lo que hasta el momento solo se remitía a lo estrictamente científico. Ahora, en un laboratorio de la facultad de Ciencias de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Valery Rodríguez (químico industrial), Germán Brito (alumno de Doctorado en Ciencias mención Química), Jennifer Araya (ingeniero comercial) y Sofía Jara (estudiante de Diseño y Producción Industrial en Moldes y Matrices de la Universidad Técnica Federico Santa María), trabajan para convertir esos planes en una realidad. Para ese gran día cada vez resta menos.
¿Cómo lo haceN?
En abril de este año comenzaron a trabajar de lleno en el proyecto que denominaron Imeko. Lo primero que hicieron fue recorrer diferentes lugares de Valparaíso, Viña del Mar y Villa Alemana, para identificar los sectores donde era factible instalar contenedores para recolectar grandes cantidades de colillas de cigarros. La característica esencial del espacio elegido era que fuese frecuentado por una gran cantidad de personas a diario. De esta forma, indica Valery, "tenemos establecidos contenedores en cerca de diez bares y restaurantes importantes de las tres comunas".
En paralelo, están en el proceso de consolidar un convenio con la municipalidad de Valparaíso para instalar más contenedores en espacios públicos de la comuna y, en especial, del plan de la ciudad. Esta iniciativa está bastante avanzada y, de hecho, indica Germán, "estamos esperando el permiso municipal para hacer la instalación de contenedores. Estamos bastante avanzados en el departamento de Medio Ambiente". Asimismo, adelanta el joven, "tenemos interesados a otros municipios del sector costero".
Los contenedores harán el trabajo más sencillo para estos emprendedores, ya que cuando comenzaron con las pruebas se juntaban durante las tardes, después del trabajo o las clases, para recoger una a una las colillas. Era una labor sacrificada, pero como siempre tuvieron claro que su proyecto de Eco Design era una alternativa posible de realizar, siguieron adelante sin desanimarse.
Hace tres meses, aquellos primeros contenedores de los muchos que vendrán, ya les están entregando materia prima. Esa misma que antes estaba en el suelo y que estos porteños veían como "material y plata perdida". Actualmente, por cada bar están recolectando un promedio de mil colillas de cigarro a la semana.
Tras llegar a sus manos, esas colillas son procesadas en una labor que dura entre cuatro días y una semana, dependiendo de la cantidad y el estado en que estén. Estos emprendedores las reciben secas, mojadas o manchadas, aprovechando la materia prima al máximo.
Ya en el laboratorio, detalla Germán, las colillas "pasan por diferentes procesos de lavado, principalmente en agua y otros solventes orgánicos, donde en primer lugar se retira todo el papel. Luego está el lavado donde se retiran los componentes tóxicos y se deja el filtro totalmente limpio". Cuando esto ocurre, se puede pasar a la siguiente etapa: la transformación de esa especie de algodón por decirlo así, en la forma física plástica. Esas son las tres etapas: la parte de retirado de papel, cenizas, tabaco; luego, la extracción de todos los componentes tóxicos; y, finalmente la transformación de la colilla como tal en la forma física plástica.
En todo el proceso de lavado de las colillas se eliminan de éstas una gran cantidad de elementos tóxicos , pudiendo ser usada esta materia prima sin inconvenientes. Entre estos se cuentan, señala Germán, "hay muchos metales, como plomo y arsénico, esos son los clásicos. También hay muchos compuestos orgánicos derivados de la nicotina, otros derivados del petróleo".
En esta próxima etapa, cuando ya se tiene el material plástico resultante molido, entra en acción la labor de Sofía, la diseñadora. Con moldes preestablecidos, "aquella materia prima es inyectada", explica. Con este proceso cada vez más internalizado y perfeccionado, comenzarán elaborando posavasos y ceniceros, para después expandirse a otros objetos más elaborados, como artículos de escritorio y decoración, macetas, lámparas y hasta marcos de lentes, entre muchas otras posibilidades.
Toda la magia ocurre en el laboratorio, en las manos de estos visionarios, donde el filtro es transformado en acetato de celulosa, que es un tipo de plástico rígido que tiene aplicaciones particulares e interesantes. Habitualmente se puede encontrar en los discos de vinilo, los mangos de herramientas e, incluso, los antiguos rollos para las cámaras de fotos estaban hechos con éste.
Evitar contaminación
Desde el principio estos jóvenes vieron este proyecto como una forma, más allá de consolidar la legítima idea de tener un emprendimiento que les genere ingresos, de contribuir también al cuidado del medio ambiente. "Nosotros lo vemos también por la consecuencia que tiene la cantidad de colillas en la calle, el impacto tremendo que provoca (…) cerca del 70% de todos los cigarros que se consumen terminan en la calle, ni siquiera en el basurero, por eso nos planteamos que debíamos hacer algo para cambiar eso", indica Valery.
Esto que nació como una arriesgada idea, hoy es una iniciativa pionera en el territorio nacional y una de las pocas que se han planteado en el mundo, pero a la escala que ellos desean llegar, de trabajar con municipios, nadie lo ha hecho aún. Saben que el camino esta recién comenzando y requerirá también que las personas se habitúen a no botar los cigarros al suelo, pero esperan que masificando los contenedores en las ciudades eso se logre más temprano que tarde. "Queremos que la gente entienda que podemos hacer la transformación a algo que tenga más valor que antes. No es como el reciclaje habitual, que tú sacas tapas de botella y haces tapas de botella, o sea que lo ocupas en lo mismo. Este proceso es generar un producto diferente", recalca la químico industrial.
Hasta el momento los jóvenes han sabido arreglárselas para perseverar en su proyecto Imeko. Con dinero de su bolsillo y algunos fondos conseguidos a través de postulaciones, entre ellos de la misma PUCV, han logrado confeccionar los contenedores y comprar insumos para el trabajo de laboratorio. No obstante, cualquier apoyo extra lo reciben con entusiasmo.
Mientras tanto eso ocurre, silenciosamente siguen trabajando en el laboratorio que la universidad les ha facilitado. Se sienten a gusto, pero a medida que se vaya consolidando el emprendimiento saben que tendrán que emigrar, ya que los volúmenes de producción aumentarán. Además, necesitan espacio para instalar nueva maquinaria diseñada por ellos mismos, ya que no existen en el mercado, por ser una técnica nueva. Extenderse a otras regiones del país es su ambiciosa meta… si siguen por esta visionaria senda, seguramente lo conseguirán.