Iglesia Católica

Estimado director:

En justicia es muy bueno recordar que todos, sí todos los hechos que hoy tienen de cabeza a la Iglesia Católica en el mundo y en particular en nuestro Chile y que a la vez son ampliamente investigados por sendas fiscalías, no fueron conocidos como producto de un reconocimiento de la propia iglesia, ni de un sentido mea culpa de algún cura arrepentido y abrumado por sus abusos en contra de menores y jóvenes o por alguna declaración de algún miembro de la curia local involucrado indirectamente para aliviar su conciencia. Simplemente fueron gracias, y repito gracias, a la excelente labor de la prensa investigativa.

Y como la veta era riquísima, ha durado todo lo que ha durado, hasta el mismísimo día de hoy, cuando se supo de los abusos dentro de la Abadía de la Orden de los curas Trapenses, por lo que la fecha de expiración de esta cascada de incalificables delitos, es una verdadera incógnita. Más bien todo indica que esto tiene para rato. Palabras y confesiones más, palabras y confesiones menos, lo real es que ha sido muy duro para los católicos de siempre, enterarse de lo que sucedía en la interna de la Iglesia Católica, descubrir que los abusos sexuales han estado presente a lo largo de los años dentro de las mismísimas iglesias y catedrales, de cómo ha operado entre los que visten sotanas el encubrimiento sistemático, en donde unos protegen a otros en vez de colocarlos a disposición de la justicia para que no sigan delinquiendo.

Pero sin lugar a ninguna duda, el colofón lo puso la declaración del cura Tito Rivera en TV, que literalmente trajo al presente nada más y nada menos que a la mismísima "Sodoma y Gomorra" 2.0, versión 2019, que en nada se asemeja ni en una pesadilla, a lo que cualquier católico se imaginaría que algún cura hacía antes, durante o después de celebrar una misa, en pensamiento y obra, simplemente inimaginable.

Raya para la suma, la prensa investigativa del mundo y en particular la nuestra, hizo, hace y sigue haciendo su pega en forma magistral, que de no haber sido así aún los católicos seguirían manteniendo a la Iglesia Católica y a sus miembros en lo más alto de la credibilidad y confianza, pero la hoy la realidad es drásticamente distinta. El Papa Francisco debe poner en práctica sus méritos que lo llevaron a dirigir la Iglesia Católica, y no convertirse en un mero espectador y hacedor de frases para el bronce. La prensa ya hizo lo suyo, ahora es su momento para ordenar su rebaño, en la forma y en el fondo, y que de seguro correspondería al punto de inflexión más importante que haya tenido el catolicismo en sus más de dos mil años de existencia.

Luis Enrique Soler Milla