Miles salieron a las calles a expresar su descontento
Las ollas no dejaron de sonar ayer en Antofagasta. Masiva marcha reunió a 1.500 personas. Portuarios paralizaron sus funciones y evaluarán su continuidad.
Antofagasta ayer amaneció en tranquilidad. A las 6 de la madrugada había terminado la primera jornada del toque de queda, una medida que esta ciudad no veía desde los años de la dictadura, y muchos antofagastinos observaron los restos de lo que había pasado la noche anterior. La calle Matta aún olía a lacrimógena. Transeúntes se tomaban selfies con lo que quedó de la AFP Plan Vital, arrasada por las llamas. Algunos ambulantes se ponían en la vereda, como todos los días.
Pero la movilización seguía. A las 8 de la mañana comenzó el paro de los portuarios, y los 450 trabajadores de la Unión dejaban de laborar. "Tenemos todo nuestro trabajo paralizado, no hay un buque que esté trabajando, no hay carga que se esté despachando", dijo Alejandro Lilis, vocero de la Unión Portuaria de Antofagasta.
A eso de las diez comenzó la primera marcha. Por Ossa desfilaron los trabajadores del puerto con sus chaquetas naranjas, y a ellos se les sumaron trabajadores de otros rubros, como los profesores. Los manifestantes salieron con pancartas y banderas, sin dejar de hacer sonar las ollas, símbolo de las protestas en el país.
Cuando pasaron por San Martín, tres militares armados y un piquete de Carabineros custodiaban el ingreso a la intendencia. Algunos los increparon, les gritaron cosas. Ellos se quedaron ahí, inmóviles. La fuerza policial, muda, escuchó las proclamas que los trabajadores realizaban megáfono en mano.
Ivette Gareca, dirigenta del sindicato de profesores, criticó al Presidente Piñera cuando dijo antenoche que el país estaba en "guerra". "Él está en guerra con él mismo, porque el pueblo salió a marchar a cara descubierta. Hemos salido a manifestarnos, con cacerolazos y no con armas como están ellos".
A su lado, Patricia Romo, presidenta del Colegio de Profesores comunal Antofagasta, dijo que se levantó un "comité de emergencia y resguardo de atención médica", que funciona todo el día en la sede de ese gremio, para atender a los manifestantes. El dirigente ferroviario Nicolás Bustamante señaló que la única forma de "enfrentar" al estado es con una huelga general. "Creemos que hay que dar, de una vez por todas, una solución real a estos problemas".
La protesta siguió camino a la costanera. Y otra vez, algunos manifestantes fueron a gritarle a los militares que estaban frente al Mall Plaza. Y ellos, al igual que los de la intendencia, no decían ni una palabra. Uno de los portuarios de chaqueta naranja movía a la gente para evitar conflicto. "Si estamos peleando con violencia, nunca vamos a llegar a un acuerdo", decía. El hombre, Juan Espinoza, es monitor de ATI, y antes fue presidente del sindicato. "Hay que ser también precavido en esto y ser consciente".
Música en el paseo
A la misma hora en que finalizaba la marcha de los portuarios, a eso del mediodía, por redes sociales ya se pasaban el dato que habría otra en Prat con Matta. En pocos minutos iban llegando de a montones. Frente a un Mc Donald's forrado en madera para evitar destrozos, bandas de música hicieron sonar trompetas y bombos, haciendo una protesta-carnaval. Así fueron bajando hacia la intendencia.
Franz Wornald, una de las personas que fue a la marcha de la mañana, dijo que lo importante en este momento del país es "ser ciudadano". "Hay una ruptura del modelo en el cual nosotros como país estamos inmersos de hace más de 30 años y esta es la consecuencia, pero si la gente no entiende eso estamos aún peor", mencionó.
Tanta gente había en la marcha (las autoridades calcularon que fueron 1.500 en total), que cuando llegaron abajo algunos tuvieron que trepar a las rejas del Banco Santander y Estado para saltar, gritar y mostrar sus carteles. "No más milicos", decía uno. "Repartan la torta", rayaba otro en una bandeja. Y así, los rayados también hablaban de las AFP, de los sueldos. Nuevamente, algunos manifestantes las emprendieron contra los policías que continuaban cuidando la entrada de la Intendencia. Harto insulto, gritos a centímetros de sus rostros. Uno de los que protestaban se trepó a un seco árbol casi sin hojas y lo zamarreó como si fuera gracia. Sus compañeros lo bajaron a pifias.
No se vieron desmanes en Plaza Colón. David Castillo opinó que estas marchas, y las que hemos visto todos estos días por las redes o por la tele en el resto del país, obedecen a una sensación de injusticia generalizada. "Hay que llegar hasta el último. Hasta que las cosas cambien", dijo.
Más atrás, el pensionado Jorge Ortiz comentaba que le dan una "miseria" de pensión. Que hay parlamentarios que ganan millones de pesos mientras hay estudiantes que salen de la universidad encalillados enteros. "Desde que llegó la democracia son todos lo mismo. Lo que cambia son las moscas", decía.
Así se hicieron las dos de la tarde. El Paseo Prat volvía a parecer un día domingo, con todas las tiendas cerradas, otras rayadas con spray y unos pocos restaurantes seguían ofreciendo sus menús normalmente, con la tele prendida mostrando lo que iba ocurriendo en Santiago con las movilizaciones. La jornada aún no terminaba en Antofagasta.
"Hay que llegar hasta el último. Hasta que las cosas cambien, que se cree una conciencia de que esto no puede seguir así"
David Castillo, manifestante