Viviendo en la línea de fuego
En la calle Julio Montt Salamanca, sector norte de Antofagasta, los vecinos viven justo entre la comisaría y la trinchera de manifestantes que ha protagonizado un par de barricadas en la población Bonilla. Ayer se levantaron a limpiar lo que quedó. A ellos les han llegado piedrazos y lacrimógenas, y hasta pusieron un lienzo para que -por favor- no les lleguen más.
Hay un lienzo que cubre de poste a poste la entrada del pasaje Óscar Bonilla, en la población del mismo nombre de Antofagasta. Está escrito a pulso, con plumón, grande: "No estamos en guerra, somos un solo pueblo. Apedrea al capitalismo, no a tu vecino".
El problema es que desde que comenzaron las "batallas" entre manifestantes y Carabineros de la subcomisaría que está en Julio Montt Salamanca, a los pobladores del pasaje Bonilla no solo les han llegado piedras. El insoportable olor de las lacrimógenas se ha colado en las casas y, en el caos que vivieron anteayer, también han recibido perdigones.
Ayer por la mañana había silencio en el pasaje. Los vecinos estaban afuera, ya no solo mirando como el jueves cuando las piedras llovían, sino que limpiando los restos humeantes de las barricadas y algunos de los cientos de proyectiles que seguían en el piso. Uno de ellos reparte bebida en el piso. Una vecina se acerca a don Elmo Benavides, señor de pelo cano con un gorro en su cabeza que lo protege del sol.
-¿Y tu pierna cómo quedó? -le pregunta.
-Ahí estamos, responde Benavides.
El día anterior, dice, salió de su casa para tapar su auto, y así no le quebraran los vidrios. Entre los disparos que hacía Carabineros, asegura, un perdigón le impactó directo en el muslo. "Y habiendo cualquier cantidad de niños chicos acá", reclama. No tenía cómo salir a alguna parte si afuera estaba la escoba. El hombre se autopracticó los primeros auxilios dentro de la casa, y curó la herida que le produjo el disparo. Pese a la gravedad del tema, Elmo habla de lo peligroso que es todo esto con menores de edad en las casas. "Lo que me molesta es que no tengan un poco de conciencia, si hay niños, nosotros lo hemos dicho varias veces. Incluso levantábamos las manos y no pasaba nada".
En el pasaje, los vecinos se coordinan por teléfono. "Están todos bien organizados", comenta Benavides. "Tratamos de estar ajenos al problema, porque la idea tampoco es que quemen el retén. Nosotros no estamos en esa parada".
Bunker en la casa
Cuando llovían las piedras desde avenida Bonilla a la comisaría, Mario Quiroga estaba encerrado en la casa y así estuvo hasta las dos de la mañana de ayer, cuando el caos por fin paró. Ya la semana pasada le quemaron un camión estacionado afuera, su fuente de trabajo. Camión que, por cierto, sigue ahí, todo chamuscado. Hace siete meses lo había comprado, le faltaba terminar una parte de la carrocería para sacarlo a trabajar… y comenzaron los enfrentamientos.
"Yo soy una persona de los que más ha sufrido daño aquí", dice. La casa familiar está hecha un bunker, asegura, porque hay que protegerla entera con las cosas que han pasado. "Tengo nietos que estaban acá, tuvimos que sacarlos", cuenta, diciendo que han vivido situaciones "que jamás en la vida hemos pasado".
En ese momento, Mario Quiroga dice que se va a cambiar ropa para ir a la municipalidad a ver qué puede hacer con su camión. Le habrían avisado que tiene que sacarlo de ahí o se lo mandarán al garaje, pero, asegura el hombre, le van a terminar cobrando la grúa. Cree que es injusto.
"Honestamente, hay gente de los dos lados que tiene conciencia, y que no tiene conciencia", piensa.
Después de la primera protesta, en la casa del vecino pusieron calaminas y una reja. Cuando la cosa se pone muy fea, pasan encerrados, escuchando lo que pasa afuera o leyendo los rumores que siguen circulando. "Recién estaban desmintiendo que no hay ningún muerto", dice.
A esa hora el Hospital Regional daba un comunicado señalando que nunca hubo muertos, pero en internet varios lo dieron por hecho. Aunque heridos si hay, y muchos (ver página 4).
Seguir luchando
"De ayer como a las tres de la tarde que estamos sin luz, y todavía no solucionan nada", decía Rosana Bolados, al mediodía de ayer. Ella miraba, tras las rejas puestas en el antejardín de su casa, cómo arriba Carabineros lanzaba agua para apagar los restos del incendio del día anterior, acumulados en un camión.
El jueves, asegura, fue un día de terror. Las piedras de los encapuchados llegaron al patio y le rompieron una lata del antejardín. "Hemos sido afectados por el humo, los gases", dice. Durante el enfrentamiento la llamaron hermanos y tíos, preocupados de lo que estaba pasando. Le pidieron que se fuera de ahí. "Pero todo esto estaba lleno de carabineros, no podíamos. Y las piedras llovían".
-¿Tuvo miedo?
-Sí, harto miedo. Uno piensa que está protegida porque está frente a Carabineros pero parece que estamos peor, por toda la rabia que tienen los delincuentes con ellos.
La señora Rosana dice que esto va a seguir mientras no se solucionen los problemas de la gente. Plantea que el Presidente, por último, se tiene que ir. "Si se va, que llegue otro, que corte más parejito el queque, que se rebaje el sueldo a los parlamentarios, que se rebaje el sueldo él, y nos arregle a nosotros", cuenta.
El sentimiento es, también, de rabia. Hace pocos días entre los vecinos limpiaron la cuadra, y ahora nuevamente está hecha un desastre. Pese a ello, pide que las marchas sigan, pero no a estos extremos. "Si dejamos todo esto, va a quedar la cuestión igual. Hay que seguir, luchar hasta el último, hasta que se solucione algo".
"Tengo rabia con la delincuencia, con todo lo que pasó acá. Antes de ayer todos los vecinos limpiamos esta cuadra".
Rosana Bolados, vecina población Bonilla.