Ignacio Araya
Antenoche, cuando ya habían pasado más de quince horas desde que Carabineros entró a la casa de Mabel González (59), dentro de la vivienda del edificio Caliche todavía estaban las marcas de lo ocurrido en la mañana. Una silla rota en el piso, la madera de la puerta pateada, y el baño, donde estaba su hijo, con varias cerámicas reventadas y unas a punto de caerse.
Al dar esta entrevista, Mabel González se ve con temor. Le tiritan las piernas y los brazos, dice, al recordar lo sucedido. "Y no lloro, porque me estoy aguantando", cuenta. Los videos corrieron por redes sociales el lunes: un grupo de policías entrando a la casa después de las manifestaciones y barricadas que tenían cortada la avenida Argentina, entre los gritos de vecinos que grababan.
A esa hora, a eso de las 8.30, la vecina estaba en el living, preparándose para ir a trabajar. En eso, cuenta, entraron los Carabineros. Dentro estaba un amigo de su hijo, quien se fue detenido. "Estaban todos en la terraza, ahí manifestándose. Entonces ellos (los policías) los empezaron a perseguir, entonces entraron corriendo para acá", cuenta.
"Primero los niños (su hijo y el amigo) entraron corriendo. Uno se fue a la cocina y mi hijo se vino para el baño", continúa. "Empecé a decirles que se fueran (a Carabineros), a gritar fuerte", dice. Después de eso, la vecina cuenta que se puso frente a un pasillo a tratar de impedir que entraran por su hijo. El forcejeo, asegura, terminó con el policía tirándola a la pared y luego él habría ido a patear la puerta del baño en busca del otro joven.
En su declaración a la Fiscalía, González señaló que una vez que miró el lugar, el carabinero se fue de la casa. Tras la violenta irrupción policial, la vecina fue a la Fiscalía y pidió una medida de protección. Más tarde constató lesiones en el Hospital Regional y ya en la noche recién pudo almorzar, acompañada y contenida por los pobladores.
Mabel González muestra su brazo y el hombro, afectados tras el forcejeo. "Me duele, porque al apretar, el empujarse y todo eso me va a traer secuelas, me va a doler el cuerpo", dice. "La brutalidad, que fue acá dentro, nadie la vio. La viví yo sola".
Ayuda vecinal
A la hora en que este diario visita la casa, todavía pica el gas lacrimógeno que minutos antes pasó por el sector. Un tramo de avenida Argentina está sin luz, y los automovilistas que van hacia el norte se tienen que devolver, porque una barricada impide el paso. A lo lejos, por Homero Ávila, se ve el bloqueo con fuego, mientras unos cuantos tiran peñascazos hacia lo alto. Los vecinos comentan que un colectivero les empezó a tirar piedras.
Los vecinos no paran de visitar a Mabel, afectada hace apenas unas horas por el ingreso policial y el consiguiente desastre en la casa. Unas amigas le dijeron que van a juntar plata y doña Cindy, pobladora del Caliche, cuenta que la unión vecinal está solidarizando con lo ocurrido. "Hay chicos que se ofrecieron voluntariamente a cambiarle la puerta y la chapa", comenta, agregando que la policía suele rondar por el sector. "Pasan no sé si amedrentando o copuchando, pero pasan motonetas (…) a las tres, cuatro de la mañana".
"Es terrible, de verdad terrible, no sé que va a pasar", dice Mabel González, acompañada de sus dos vecinas en la casa, tras la brutal experiencia vivida. "Yo no voy a dejar esto hasta acá, más que nada por protección. Porque si yo digo todo, siento que voy a estar más protegida, mi hijo, mi familia, y yo misma".