Cartas
Adiós al maestro
Señor director:
Ahora quién contará la historia del norte con más dedicación, disciplina y temple que el humilde y erudito maestro de voz serena e ineludible sonrisa acogedora a la hora de hablar de la historia de su Antofagasta y el despoblado de Atacama.
Siempre, como sobresaliente historiador, cuidando estrictamente que la narración de los detalles que forman el todo y que permiten que la gran epopeya de estas tierras no se omita, pueda ser apreciada en su vastedad y tenga sentido y voluntad de ser vivida una y otra vez en la lectura pedagógica y cautivadora de una pluma bendecida por la lírica y el rigor histórico.
El desierto y su gente saben de sacrificio, privaciones y matanzas tan feroces como los rayos del sol calichero golpeando las espaldas de los obreros en jornadas interminables de trabajo feroz en despoblado. En cada trabajo histórico, don Floreal no solo hablaba los acontecimientos y las fechas en una correcta línea de tiempo y cuidados detalles que daban claridad a la verdad histórica. También concurría a contar su verdad en cada uno de sus libros, sin miedo, temores y compromiso con los poderosos de siempre. En cada una de sus páginas históricas, el desierto indómito habló con sus riquezas interminables y con cada una de sus explotaciones que han desgarran sus entrañas milenarias por más de dos siglos de minería industrial en guaneras, calicheras y yacimientos que hasta el día de hoy rinden millonarios frutos al país.
El maestro Recabarren, no solo sabía de Historia sino que tal vez sin buscarlo ni quererlo comenzó a inspirarla el mismo, a quedarse en ella como personaje y engrane vital del movimiento de los tiempos en que fue llamado por la correcta vocación a la vida pública. Fue el impulso vital y heredero natural de las grandes luchas sociales por la justicia, la libertad y la democracia que continúan siempre como sendero de cateador interminable del desierto, generación tras generación en este norte minero como tornillo sin fin calichero.
Para algunos de nosotros en este difícil tiempo de imágenes en movimiento, fotografías vacías y escasez de convicciones, contenidos e ideas, los discursos políticos son letras desparramadas en una hoja en blanco sin mayor esperanza que sólo ser leídas. Pero hay ocasiones que estas mismas letras colocadas en la posición adecuada por el autor correcto a veces logran comunicar una idea, un sueño un lugar común y soleado donde llegar como sociedad. Y don Floreal sabía cómo apretar cada tecla y dar movimiento a cada engranaje para conseguir en el versado campo de las ideas un sueño posible y colectivo para todos. Descanse en paz maestro.
Ricardo Rabanal Bustos