Día del Niño
Señor director:
El Día del Niño no obedece, como muchos piensan, a un espacio inventado por las casas comerciales para fomentar el consumo y compra de juguetes. Este día tiene un origen y sentido mucho más allá del solo hecho de regalar.
Desde la presentación en la ONU de la "Declaración Universal de los Derechos del Niño" y la posterior aprobación de la Convención al respecto, los países fueron invitados a celebrar anualmente un día para visibilizar dichos derechos. En Chile, se celebra el segundo domingo de agosto, debiendo ser una jornada que nos invite a considerarles desde un enfoque de derecho, no solo como el momento para regalar, sino también como el día en que analizamos el rol que se le asigna a su participación, consideración y respeto.
Nuestra sociedad basada en el adultocentrismo, ha perpetuado figuras de relación con la niñez desde la obediencia y poder, basando en ello el cómo deben comportarse niños y niñas según lo que les acomoda a los adultos, dejando de lado su opinión, intereses, los contextos sociofamiliares, institucionales, políticos y por sobre todo los derechos humanos. Todo esto, olvidando a niños como sujetos de derecho y, por tanto, beneficiarios de medidas especiales que aseguren la potenciación de su desarrollo, talentos, acceso a la salud, educación, desarrollo de su personalidad y autonomía en ambientes amigables con espacios para la comprensión, escucha, felicidad y amor, es decir, climas que permitan la accesibilidad a un derecho integral y respetuoso de cada uno y cada una sin sentirse discriminado o amenazado.
Muchas veces nos dicen que hay que darle voz a niños, créanme que ése no es el principal desafío, pues ellos siempre han tenido voz, ideales, preferencias, motivaciones, miedos y sueños. El problema ha sido no escucharlas, considerarlas, respetarlas, acompañarlas y responder a sus necesidades.
Si bien el Estado debe ser garante en el diseño y aplicación de políticas públicas que respeten los derechos humanos y por tanto los derechos de niños, es rol de los adultos hacer vida dichos derechos, pues en ellos está en sí la eliminación de las tan dolorosas brechas que visibilizan la violencia con que tantos niños solo pueden ver como un privilegio aquellos espacios de vida que deberían serles propios desde siempre y para siempre, así como también, generar espacios para su participación, consideración y respeto como constructores de presente y futuro, con un mundo y cultura propia que deben ser respetados, valorando la diversidad y brindando espacios seguros que respondan a ello.
Sandra Urra Águila
directora Psicopedagogía y Educación Parvularia, Universidad Andrés Bello