Lavado de manos

El lavado de manos ha sido instalado como una medida aséptica necesaria e indiscutible hace siglos. El médico húngaro Ignaz Philipp Semmelweis, a mediados del siglo XIX en el Hospital General de Viena, propuso lavarse cuidadosamente las manos como una medida para disminuir la fiebre puerperal y evitar la mortalidad de las pacientes hospitalizadas obteniendo positivos resultados, asimismo, Florence Nightingale, la madre de la enfermería moderna, en la Guerra de Crimea del año 1853 fue la primera impulsora del proceso de higiene de las manos. A partir de esta simple medida el índice de mortalidad bajó rápidamente en los soldados heridos. La Organización Mundial de la Salud por su parte, también reconoce y promueve al lavado de manos como una estrategia para prevenir las enfermedades infectocontagiosas, incluyendo al reciente virus Covid-19, describiendo que este simple acto reduce el riesgo de contraer enfermedades hasta en un 40%. El acto de lavarse las manos previene que los microbios que provocan enfermedades ingresen por la boca, la nariz y los ojos, además evita que estos puedan llegar a los alimentos o bebidas e ingresar al sistema digestivo, generando enfermedades diarreicas, por ejemplo.

Más que cantidad, calidad

Estimado director:

A propósito del número de constituyentes que se proponen para una eventual nueva Convención Constitucional (CC), que sean menos de 50, nunca más de 125, 80 es un buen número, pero con 25 a 30 expertos, con 9 escaños reservados (pregunta: ¿Y por qué tienen que ser 9?, algo que hasta hoy, nunca se supo), y se podría seguir.

Olvidemos por un momento el número de integrantes de la eventual futura CC, lo que importa es saber desde ya que si se mantienen los mismos escuálidos requisitos, que deben cumplir los futuros candidatos a constituyentes, o sea los mismos que debieron cumplir sus antecesores, no hay que ser un "numerólogo iluminado" o estar en trance para concluir, cuál volverá a ser el resultado final.

Que sean 50, 125, 80, 77, póngale el número que quiera, lo que sí debe importar de sobremanera (dada la fracasada experiencia anterior), es que los que sean elegidos deben ser los más idóneos, constitucionalistas de verdad, para redactar ni más ni menos que la Nueva Constitución de Chile, no el reglamento de un club de brisca, como al parecer algunos siguen creyendo, y por último y a propósito de números, recordar que el proceso anterior completo costó 68 mil millones de pesos.

"Una buena decisión se basa en el conocimiento y no en los números" (Platón).

Luis Enrique Soler Milla