A 117 años de la masacre de la Escuela Santa María de Iquique
"Un niño juega en la Escuela Santa María. Si juega a buscar tesoros, ¿qué encontraría? A los hombres de la pampa que quisieron protestar. Los mataron como a perros, porque había que matar". Así dice un extracto de la reconocida obra compuesta por el iquiqueño Luis Advis, musicalizada por Quilapayún, estrenada en 1971 y que es el hilo conductor de este trágico suceso.
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Diciembre de 1907. Dentro de la Escuela Santa María de Iquique había miles de personas, entre obreros que bajaron de las oficinas salitreras, acompañados de sus esposas e hijos. "Vamos, mujer, partamos a la ciudad, porque en Iquique todos van a entender", decían los trabajadores a sus mujeres, convenciéndolas que debían bajar para hacerse escuchar y lograr sus demandas: sueldos justos y pagados en dinero, no fichas; libertad de comercio, para poder comprar en otras oficinas; más seguridad en sus labores, entre otras peticiones. "Dicen que Iquique es grande como un salar, que hay muchas casas lindas, te gustarán. Confía".
21 de diciembre: el horror
Ya en la ciudad, la historia cambió. "Hasta Iquique nos hemos venido, pero Iquique nos ve como extraños. Nos comprenden algunos amigos y los otros nos quitan la mano", comentaban los pampinos. Los reunieron a todos, a los miles, y los llevaron a la Escuela Santa María. Siete días llevaban esperando allí dentro, sin respuestas a sus demandas.
Es el primer día del verano. Las calles de Iquique están llenas de militares. A fin de cuentas, según el relato de la cantata, "las ametralladoras están dispuestas y estratégicamente rodean la escuela". Son las 15:00 horas y el sol golpea fuerte. "El general llega, con mucho boato y muy precavido con sus soldados: 'Dejen de inventar tanta miseria. Vayan saliendo del lugar, porque si no acatan órdenes, lo sentirán'", exclamaba el general del Ejército a los obreros y sus familias dentro de la Escuela Santa María de Iquique.
Uno de los huelguistas, el Rucio, le responde: "Usted, señor general, no nos entiende. Seguiremos esperando, así nos cueste. Ya no somos animales, ya no rebaños (…) Si quiere amenazar, aquí estoy yo. Dispárele a este obrero al corazón".
Al oír al Rucio, "el general no ha vacilado. Con rabia y gesto altanero le ha disparado. Y el primer disparo es orden para matanza y así comienza el infierno, con las descargas". Los soldados que estaban apostados alrededor abrieron fuego.
No hay cifras oficiales sobre cuántos fallecidos hubo a manos del ejército chileno. Se estima que varios cientos, según Sergio González, iquiqueño reconocido con el Premio Nacional de Historia en