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Encontró en las bicicletas escape para los duros golpes de la vida

Perdió a uno de sus hijos en un incendio, al otro producto de una enfermedad y otro quedó postrado tras otro siniestro. Hoy vive junto a su nieto y a pesar de cada una de las adversidad que ha debido enfrentar, jamás ha dejado de sonreír.
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Elizabeth Pérez D.

La vida le ha puesto uno y otro obstáculo. Lo ha golpeado fuerte, sin embargo Jacinto Castillo a sus 69 años sigue adelante sin dejar de sonreír.

Es que cuando uno escucha su historia, se da cuenta que no ha vivido nada y que lo que parecía una prueba, era casi un cariño del cielo.

Padre de tres hijos, se separó hace 38 años, cuando debió salir adelante solo junto a ellos. Tenían nueve, ocho y dos años.

Un desafío cuesta arriba que sacó adelante. Es que con el paso del tiempo se acostumbró a torcerle la mano al destino.

Mucha gente lo conoce. Lleva más de 40 años reparando bicicletas en la esquina de Sotomayor con Pedro de Valdivia.

Ahí tiene un local donde recibe a todos sus clientes, quienes confían en su trabajo y vuelven vez tras vez. Varios llevan años dejando su bicicleta en las mejores manos.

Un oficio que confiesa, aprendió por necesidad. Hasta 1973 trabajó como contratista, sin embargo al año siguiente su pareja se fue y debió tomar decisiones al verse solo con tres niños.

Debía buscar la forma de generar recursos para mantener a su familia y además hacerse cargo de sus hijos. Una tarea que parecía titánica pero que pudo cumplir a cabalidad.

Fue en ese momento que decidió dedicarse a la reparación de bicicleta. En su hogar se instaló con un taller, el mismo en el que hace 44 años recibe a sus más fieles clientes.

"Saqué a todos adelante solo. Los tres quedaron conmigo y lo hice solito, sin ayuda. Yo les hacía todo. En ese tiempo no había pañales como los de ahora, había que lavarlos, lavarle la ropa de colegio. Entonces se me hacía más fácil trabajar en la casa y cuidarlo", nos relató rodeado de sus mejores compañeras.

Cuando la labor de padre avanzaba, se enfrentó al primer desafío. Su casa por primera vez estuvo a minutos de quemarse. En la emergencia uno de sus hijos sufrió graves e irreversibles consecuencias.

"Quedó como una guagua. Antes que se me quemara la casa aquí, se me había quemado un resto y ahí el hermano que se me quemó ahora, lo despertó como las tres de la mañana y donde se levantó y venía dormido, con el impacto se lesionó", nos explicó.

En aquella oportunidad el daño producto del incendio no fue mayor. Para él las pérdidas materiales quedaron en un segundo plano, luego de lo ocurrido con su hijo.

La condición en que resultó lo obligó a recurrir a su madre, quien desde ese momento se hizo cargo de su cuidado.

Pero el verdadero sacrificio fue alejarse de él, quien partió a Copiapó, hasta donde viaja de manera constante para acompañarlo.

El tiempo avanzó y tenía que seguir trabajando para sacar adelante su familia. Pero hace dos años nuevamente tuvo que afrontar una prueba dura y muy adversa.

El fuego nuevamente lo afectó. Esta vez lo que perdió en construcción y herramientas no tenía espacio de comparación con lo que si realmente lo golpeó duro.

Uno de sus hijos en esta oportunidad no pudo escapar y falleció consumido por las llamas." Se me quemó la casa y se me quemó un hijo. Se carbonizó aquí mismo, ya enteró en diciembre el 17 dos años", nos comentó.

El golpe fue durísimo. Más cuando luego debió perder a un segundo hijo, está vez afectado por algunas enfermedades. La vida se empecinaba nuevamente con él.

Pero no podía bajar los brazos. Nuevamente secó sus lágrimas y buscó refugio en sus más fieles compañeras, las bicicletas.

A su hijo postrado en Copiapó se sumaba su nieto, a quien reconoció y del que debió hacerse cargo desde que tenía dos años.

"Tengo un solo nieto. También lo estoy criando, porque a la mamá la mataron. Andaba metida en cosas malas. Yo lo críe desde los dos años. Es una historia dura, pero sigo tirando para arriba. Tengo dos hijos, porque al nieto lo tengo reconocido. Vivimos los dos solitos".

Son su motor para trabajar sin descanso. Para él no hay feriados ni vacaciones, sabe que si no trabaja no hay que comer en casa. "Trabajo todos los días, estando aquí trabajo todos los días. Cuando viajo a dejarle cosas al hijo en Copiapó, fallo dos días. No hay descanso para mí. Ni jubilación, hay que trabajar hasta el último día. El descanso que tengo es cuando voy a ver al hijo".

Él es su compañía y quien lo motiva día a día. Su motor junto a su hijo en Copiapó. Dice que le tocó un buen niño, a quien quiere ver convertido en un profesional. "Se porta bien, no he tenido problemas. Quiere estudiar gastronomía y quién paga, las bicicletas", dijo entre risas.

Hoy se dedica a las mantenciones, la pintura quedó relegada luego que en el último incendia perdiera gran parte de sus máquinas.

El buen trabajo que realiza lo hace tener clientes que incluso llegan de los pueblos del interior en busca de su servicio.

Lamentablemente ni sus hijos ni su nieto fueron amantes de la bicicleta, mientras que él no se baja de la suya.

"Ando en bicicleta. Salgo en pura bicicleta. A las compras, no sé ni los recorridos de los colectivos ni de las micros, a mí me preguntan y no sé, porque yo hago todo en mi bicicleta", nos relató.

Un camino pedregoso es el que ha tocado recorrer, sin embargo él no se amilana.

Ha salido sortear cada golpe. La pérdida de dos de sus hijos y también de su vivienda. Pero sigue optimista, dando la pelea, como el mismo dice, hasta el último de sus días.

hoy vive rodeado de quienes se han convertido en sus más fieles compañeras. las bicicletas se han vuelto la vida de este hombre de 69 años a quien le ha tocado difícil.
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