Ricardo Muñoz - Publicado el 5 de marzo de 2018.
La mañana del 24 de octubre de 2017 vivirá en el recuerdo. Tomás Milla Álvarez (53) estaba en el grupo junto a otros cinco trabajadores realizando labores en un pique minero de la Mina Julia, a 60 kilómetros al noroeste de Taltal.
A eso de las 10:00 horas, el colapso de un antigua "buitra" (depósito) ocasionó el deslizamiento de "saca", lo que en lenguaje minero corresponde al material estéril producido después del polvoroso, tapando la salida al pique y cubriendo un área de 10 metros aproximadamente.
Tomás y Luis Alberto Flores (42) no supieron de sus compañeros hasta 14 horas después, cuando fueron rescatados por personal de Sernageomin. Pero la preocupación estaba abajo, a 210 metros. Tomás se reconoce como un creyente y atribuye a la fe que pese a que más de 100 toneladas de material y tierra cayó en el pique, éste logró dañar una manguera de un compresor de aire.
Sin embargo, "un hilito de oxígeno" llegaba hasta la galería en donde estaban atrapados. Ese detalle fue clave, uno que marcó la diferencia entre la vida y la muerte, porque también tenían agua envasada para evitar la deshidratación. "Si se hubiera cortado ese aire, ahí sí que habría sido otra cosa", recuerda.
"Tata te quiero mucho, de Pazita". La frase escrita con lápiz grafito en una hoja fue suficiente. Seis palabras hiladas por su nieta María Paz de ocho años y que le dejó en la cama a Tomás a los días después del rescate: "Me estremeció". El mensaje se quedó guardado en su cabeza y detonó el dejar la minería después de terminada la faena en el pique. La familia estaba primero.