Enfrentando al desierto: así estos jóvenes se convierten en soldados
Visitamos la campaña que un grupo de conscriptos de la III Brigada Acorazada La Concepción realizaron en el sector Roca Roja, donde vivieron una exigente experiencia cumpliendo su servicio militar.
Los continuos saltos del vehículo y el ensordecedor ruido del motor de la unidad tipo M113, destinada al transporte del personal del Ejército de Chile, es la constante de esta jornada. A medida que sus orugas atraviesan la caliente tierra del desierto, aparecen de repente grupos de jóvenes vestidos con el uniforme y mimetizados con el entorno café, muy propio de los cerros y rocas de Antofagasta.
Aquí, a aproximadamente 20 kilómetros al sureste de la capital y en el predio militar conocido como Roca Roja 183 jóvenes de la III Brigada Acorazada La Concepción de la I División del Ejército, experimentan lo más cercano a un escenario bélico, en donde en las últimas tres semanas de campaña en el cumplimiento de su servicio militar ya han puesto a prueba varias veces sus habilidades físicas y psicológicas para luchar con las inclemencias del desierto. Algunos, ni siquiera imaginaban que las tenían.
Bajo un toldo y en una carpa que se alza como el centro de mando de la operación, en una pizarra se repasa nuevamente el proceso que están efectuando los soldados conscriptos en este sector, los que están divididos en dos compañías, lejos de la vida de civil.
Tras haber pasado su adoctrinamiento teórico, ejercicio de escuela, ahora se vive en pleno el entrenamiento en combate, primeros auxilios y pruebas de otros conceptos aprendidos. Varias son las tareas, tanto durante el día como la noche, algunas consideran marchas de más de 10 kilómetros, orientación en pleno desierto, tener escaso alimento y condiciones extremas. La idea, explican los uniformados al mando, es transformar a un civil en un combatiente individual.
Más adelante vendrán las evaluaciones correspondientes, para después la tradicional ceremonia de entrega de fusil y en julio el solemne Juramento a la Bandera.
La capitán María Francisca Messone, quien tiene al mando la Primera Compañía, repasa la misión -un escenario ficticio- en el que están desempeñándose los soldados en sus respectivos batallones.
Esta vez se trata de fuerzas enemigas que vienen viajando desde Mejillones hasta las cercanías de la ruta 5 y al este, en donde se encuentran asentados los jóvenes. Las fuerzas propias detuvieron el avance de algunas unidades adversarias, pero ahora el enemigo aumentó la exploración para ocupar un relave en la zona oeste, el que se trata de un centro económico vital para la región por lo que debe ser evitado.
Campaña
Bajo un sol que no perdona, los conscriptos se encuentran desplegados en varios puntos de Roca Roja. Son alrededor de las 11:00 de la mañana y tras haber completado una caminata de más 10 kilómetros, con una mochila de 20 kilos, el joven soldado Felipe Marconi mantiene su posición apuntando con el fusil, asumiendo como el comandante de escuadra.
El conscripto antofagastino dice que antes del servicio militar estaba estudiando derecho, pero fue por vocación que decidió congelar para vestir el uniforme. "Siempre quise formar parte de las filas del Ejército y esto es por vocación de servir a la Patria", afirma.
Marconi reconoce que pese a lo duro de la instrucción, vivir la experiencia en terreno es algo que califica como "bastante beneficioso. Las noches en el desierto han sido bastante frías pero estamos equipados y además nuestros superiores están al lado nuestro, para sacar lo mejor de nosotros. Entre compañeros también, si uno se cae tenemos que levantarlo".
A unos cuantos kilómetros desde la posición del soldado Marconi, aparece otro grupo sobre unas lomas. Si bien el sol se alza en lo alto, hay un viento frío que se deja sentir en el desierto más árido del mundo, además del silencio.
Los uniformados están a punto de iniciar una nueva marcha, también de varios kilómetros. Algunos quieren claudicar víctimas del cansancio, el hambre o el sueño, pero son animados por sus compañeros. "¡Dale, tú podís! ¡Sigue, si tú podís hacerlo", son los gritos que rompen el silencio desértico.
Sebastián González es un joven soldado de 18 años que está a punto de emprender la extenuante caminata hacia el punto donde deberá llegar el grupo. Él viene desde Chillán y por lo tanto, recién durante estos días ha tenido la oportunidad de encontrarse cara a cara con el desierto.
"Vine a hacer el servicio acá porque quería conocer otra parte... Esto ha sido muy motivante, logrando sumar experiencia y conocimientos que no tenía y que ni pensaba tenerlos, como carta topográfica, utilizar brújula e incluso a disparar, que es lo que todo soldado quiere aprender".
El conscripto González cuenta que siempre le han atraído las Fuerzas Armadas y quiso hacer el servicio para probar si es que le queda gustando. Hasta ahora va todo bien: "Lo que cansa nomás son las caminatas con mucho peso..." y añade que si bien el desierto es duro, "llama la atención porque tiene sus cosas bonitas, pero prefiero mi ciudad porque no estoy acostumbrado al calor jajaja" (ríe).
Experiencia
De la totalidad de soldados conscriptos de la Brigada Acorazada La Concepción 63 mujeres fueron las voluntarias que se inscribieron para efectuar el servicio.
Una de ellas es Catalina Rojas. Acomodando su fusil para tomar ubicación, mientras espera reanudar la marcha por pleno desierto, la joven señala que llegó desde La Serena y que ésta ha sido una experiencia nueva que "me gusta bastante y que es difícil explicar porque hay que vivirla. Hemos aprendido muchas cosas como RCP, primeros auxilios, sobre hemorragias internas o externas y supervivencia, que es lo más duro por el frío, el hambre y lo poco que dormimos porque siempre tenemos que hacer guardia, además de las marchas".
Catalina añade que entre el grupo, el que no se conocía, se ha formado un gran lazo de compañerismo, respeto y lealtad, donde estamos todo el día juntas. También afirma que "siempre fue mi sueño hacer esto. Estaba nerviosa en los exámenes y eso es porque aun sin tener familiares uniformados quería probar la experiencia y defender a mi Patria".
La marcha se reanuda, con fusil en mano, quedando tres kilómetros tras el punto de control. Por la tarde hay otras actividades y en la noche otros también tendrán que caminar, bajo el inclemente frío o bien sacar a relucir todo lo aprendido en medio de un ataque enemigo.
Si bien la mayoría son bastante jóvenes, tras la experiencia deberían -a veces sin darse cuenta- pasar por un proceso de madurez. La capitán Messone, nieta del histórico folclorista Pedro Messone, al estar al mando de la primera compañía tiene contacto directo con sus soldados.
"Existe un cambio desde que son entregados por los mismos padres al Ejército. Ya al segundo o al tercer día comienzan a entender un poco más sobre llevar una vida diferente, con el trato que tienen con el personal más antiguo, con sus pares y lo más importante es que el soldado comienza a conocerse a sí mismo ¿Cuáles son sus fortalezas y sus debilidades? Y cómo trabajar esas debilidades y eso es lo que le permite ir madurando, e ir creciendo de manera profesional y personal", comenta la capitán.
Messone, quien ha servido en misión de ayuda humanitaria en Colombia para el desarme de las FARC, añade que no sólo se busca un entrenamiento basado en combate. "Aparte de formar a nuestros soldados como combatientes en caso de conflicto armado, también tenemos la posibilidad de instruirlos en temas de ayuda humanitaria, para participar de apoyo a la comunidad en situaciones de catástrofe como los terremotos o lluvias hacia el interior. Estuvimos en Copiapó, San Pedro y Chañaral, ayudando a la comunidad".
De vuelta en el centro de mando, los solados que ya han pasado por la experiencia de conocimiento en combate serán destinados posteriormente a unidades como el Batallón de Infantería, el Grupo de Artillería y la Compañía de Ingenieros, donde tras la formación básica tendrán una más técnica.
A un costado de las carpas, un grupo de conscriptos se cuadran frente a un cabo. Éste les pregunta el nombre de los altos mandos de la I División y ellos responden. Es una prueba de conocimientos, para luego dar paso a otros contenidos. En la fila, tal vez por nerviosismo un soldado se equivoca y una joven a su lado no puede evitar reírse mientras mantiene su posición, hasta que él responde correctamente. Hace un par de semanas no se conocían y ahora son camaradas que han compartido como una verdadera familia.