El año de la explosión social
Pareciera que hubo dos 2019: uno antes y otro después del 18 de octubre. Desde ese día, millones de chilenos han salido a la calle a expresar cosas que llevaban años acumuladas. Pensiones, salud, educación, dignidad. La clase política tuvo que ponerse de acuerdo y ahora estamos en camino a una nueva Constitución. Pero también hemos visto fuego y violencia. Varios fallecidos, miles de heridos, gente que ha perdido sus ojos. Un Chile en una revolución que aún parece no haber terminado.
En 2007, ya casi al final de su vida, el historiador Gonzalo Vial -un hombre que investigó toda la historia de Chile, desde su origen hasta el primer gobierno de Michelle Bachelet, predijo que vendría una crisis social. "Mientras el Estado no decida invertir como corresponde en educación, mientras la pobreza se mantenga en los niveles que se encuentra, mientras las drogas, el alcohol, la promiscuidad sigan deteriorando a la juventud, la crisis tarde o temprano estallará. Yo espero no verla y me encantaría equivocarme, pero dadas las circunstancias, ¿por qué podría ser de otra forma?", dijo.
Vial no la vio, pero su predicción se cumplió doce años después. Después de varios días de secundarios evadiendo el metro tras el anuncio de un alza de 30 pesos, esa olla a presión que era la sociedad nacional -una sociedad muy distinta a la que recibió la democracia, en 1990- finalmente estalló. En Santiago, otras generaciones se fueron sumando a los liceanos a protestar. Las barricadas fueron creciendo y creciendo hasta que de pronto ocurrió el descontrol. Por primera vez en su historia, la capital se quedaba sin transporte público y la quizás la imagen más icónica para los que lo vieron por televisión, pudo ser el edificio de Enel en llamas.
Esa noche, el Presidente Piñera decretaba el Estado de Emergencia. Antofagasta lo vivió a partir del 20 de octubre, cuando el general de Brigada Aérea José Miguel Aguirre se hizo cargo de nuestra zona durante una semana. El 22 ese estado se extendió a Calama, Mejillones y Tocopilla. "Las Fuerzas Armadas, Carabineros y la PDI hicieron el mayor de los esfuerzos por darle seguridad a los vecinos", reflexionó el general Aguirre el 27 de octubre, último día del estado de excepción.
Aunque la ministra de Transporte, Gloria Hutt, declaraba que el precio del metro no iba a bajar con la violencia, el estallido social se extendió como un reguero de pólvora por todo el país. Los 30 pesos ya habían pasado a segundo plano. Comenzaban a aparecer las marchas masivas en todo el país, visibilizando temas como la desigualdad, las bajas pensiones, el déficit de vivienda, los sueldos, y tantas cosas que se mostraron todas de una vez. En el centro de Antofagasta, miles desfilaron, en un carnaval de música y colores, visibilizando sus demandas y esperanzas en un país mejor. Por las noches, cuando el toque de queda comenzaba, el "clic clic clic" de los cacerolazos se oían en todo el país.
Y, junto con las marchas, empezamos a ver la violencia. Hubo días en que las barricadas cortaron gran parte de Antofagasta, Carabineros comenzó a disparar perdigones, arrasar el centro con gases lacrimógenos. Los encapuchados saquearon tantas veces el Santa Isabel de 14 de Febrero hasta que tuvieron que transformarlo en un bunker de fierro. Del Unimarc de Ossa se llevaban cerveza, bolos de carne. Este diario fue apedreado. Policías y manifestantes hicieron difícil la labor periodística. En la Bonilla, los encapuchados juntaban piedras para hacerlas llover sobre la comisaría, mientras los policías respondían con lacrimógenas, cuyo gas se pasaba a las casas.
Comenzaron a conocerse los casos de chilenos que habían muerto, otros que quedaron con graves traumas oculares porque los disparos de perdigones fueron a sus ojos, mientras por redes sociales circularon videos de Carabineros apaleando gente, pateándolas en el piso. Human Rights Watch y la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas declararon que en Chile ocurren violaciones de derechos humanos.
Este país, que no estaba acostumbrado a una situación así, veía cómo después de décadas sus ciudadanos llegaban apurados a casa para no ser pillados por el toque de queda, y observando a los militares en las calles, con atemorizantes metralletas en mano. El Diario Oficial publicaba a cada tanto un nuevo punto del país declarado en Estado de Emergencia. El 25 de octubre se produjo en Plaza Italia la marcha más grande en la historia de Chile (un millón y medio de personas) y entonces gran parte del país -el gobierno incluso- aceptó que existía un malestar que se venía acumulando en la calle. "Todos hemos escuchado el mensaje", dijo el Presidente Sebastián Piñera.
El Mandatario anunció una agenda social: aumento de la pensión básica solidaria, aportes de recursos fiscales para complementar el ahorro previsional, urgencia al proyecto de ley para crear el Seguro de Enfermedades Catastróficas, un ingreso mínimo garantizado de $350 mil, entre otras medidas. El 28 de octubre se levantó el Estado de Emergencia en todo el país.
Por qué
En los primeros días, cuando los chilenos veíamos atónitos cómo nuevamente volvían los militares, el toque de queda y una violencia fuera de lugar con supermercados, tiendas, peajes y edificios quemados por encapuchados, se buscaba una explicación a lo que pasaba. Se repitió el concepto de "no lo vimos venir".
Es que se veía venir. Negarlo es taparse los ojos. Durante años, en las páginas de este mismo diario, los vecinos han expuesto los problemas con los que deben convivir. Antofagasta, qué duda cabe, es desigual, en una región donde tenemos enormes reservas de cobre y litio. Por ejemplo, cuando se quemó el campamento "Luz Divina" (2014), el poblador Michael Yena se levantó, se puso guantes y buscó cobre de los fierros retorcidos. "Para poder venderlo y sacarle unas luquitas… y comprarme algo para comer", dijo esa vez. Son pequeños trozos de ese descontento que entonces era subterráneo.
El 12 de noviembre se llamó a paro general. En la región hubo marchas tanto en las ciudades como en pequeños puntos como María Elena o el mismo Salar de Atacama. Pero esa tarde, Antofagasta vivió una de sus jornadas más violentas. Matta y Prat eran un infierno. Coopercarab estalló en llamas, el Banco Ripley, el Servicio de Impuestos Internos y el edificio que albergaba una farmacia en Matta con Baquedano. No había luz. Solo brillaba el fuego, los celulares que grababan todo, y las luces de los camiones de bomberos que llegaban a apagar los focos. El olor a quemado tardó días en disiparse, pero el aroma de la lacrimógena estuvo ahí durante mucho tiempo.
Así las cosas, los políticos se tuvieron que poner de acuerdo. La madrugada del 15, tanto los partidos de gobierno como de oposición anunciaron que Chile decidiría el camino de su futuro, con un plebiscito que definirá si se mantiene o no la actual Constitución Política. En caso que la gente vote a favor de una nueva Carta Magna, también decidirá quién la deberá redactar.
Hasta el 29 de noviembre, habían 1.066 personas formalizadas por los hechos que han ocurrido desde el 18 de octubre. Casi el 70% tuvo cautelares como prohibición de asistir a lugares, prisión preventiva, internación provisoria, entre otras. La mayoría de los que quedaron con prisión preventiva, señalaron desde la Fiscalía Regional, tenían antecedentes penales. El promedio de edad de ellos es de 29 años, indicaron.
Los meses han pasado. Como gran parte de las plazas de Chile, la plaza Sotomayor -o de la Revolución, como la llaman también- tiene intactas las huellas de más de dos meses de movilización social, imagen icónica que los antofagastinos recordaremos cuando la Historia analice un proceso que no ha terminado. Aún queda pendiente el destino que tendrá la nueva Constitución, o las soluciones a las grandes demandas que la ciudadanía mostró en la calle. También los Tribunales de Justicia tendrán que encontrar a quienes han cometido atropellos a los derechos humanos, quienes mataron a otros, quienes cegaron a Gustavo Gatica o Fabiola Campillay, como a los que hicieron daños en las ciudades.
Chile no es el mismo. El tiempo dirá qué camino era el mejor para el bien de todos.


